45 años - El hundimiento

viernes, diciembre 25, 2015 0 Comments A+ a-

Kate y Geoff son un matrimonio de avanzada edad que mantiene una relación soñada. Pero un hecho en apariencia intrascendente se encargará de poner patas arriba su existencia. Será concretamente una carta remitida desde Suiza el elemento que perturbará la apacible vida de esta pareja. Un secreto inconfesable, al que en un principio Kate no da demasiada importancia, sale a la luz. Han hallado el cadáver de una mujer, el primer amor de Geoff, fruto del deshielo de los glaciares en los Alpes suizos. El comportamiento de Geoff mutará por completo al revivir un pasado que nunca había conseguido dejar atrás. A Kate le tocará asumir algo que nunca antes había imaginado: hubo una mujer -Katya, cuyo nombre y presencia condiciona por completo la narrativa del film- antes que ella en la vida de su marido. Todo esto a menos de una semana de la fiesta de celebración de su cuadragésimo quinto aniversario.
El joven Andrew Haigh, que ya demostró muy buenas maneras en 2011 con Weekend, nos somete aquí a un juego emocional que se va complicando y estrechando paulatinamente. Algo similar le ocurre a Kate, que tiene que lidiar con la incertidumbre de qué hubiera ocurrido si aquella mujer no se hubiese ahogado. De forma más que inteligente -y brillante-, el director británico va dosificándonos la información más relevante -a nosotros y a la propia protagonista en su búsqueda-.

La cercanía del espectador respecto a los protagonistas, lograda a través de múltiples planos cortos y primeros planos, únicamente desaparece con el evidente distanciamiento que tiene lugar mediante diferentes reencuadres, los cuales nos impiden incluso escuchar sus conversaciones. Es impresionante cómo se va descomponiendo poco a poco una relación sin que nos demos cuenta, únicamente observando un rostro que cada escena adquiere mayor importancia. Sin Charlotte Rampling y Tom Courtenay 45 años no sería lo mismo, os lo puedo asegurar. La interpretación de Rampling es soberbia, capaz de poner por sí sola la piel de gallina a cualquiera -véase el inmejorable y amargo plano final-.

Haigh desarrolla una parábola sobre los sentimientos, especialmente acerca de aquellos cercanos al dolor y la pérdida, a la confusión y la incertidumbre. Y lo mejor, lo que eleva 45 años a una calificación muy cercana a la obra maestra, es que todo ocurre bajo una aparente capa de normalidad. Pequeños detalles irán resquebrajando poco a poco algo que creían -y creíamos- consolidado, haciendo de esta drama uno de los más contundentes y mejor ejecutados de la década.

45 años crece cuando uno se detiene a analizar sus incontables virtudes. Un drama demoledor, que golpea precisamente por circular siempre por debajo de lo que vemos, detrás de los rostros de esa pareja de intérpretes tan brillante, en sus emociones. La película es brillante en su totalidad, pero toda la fuerza se desprende a partir de un descubrimiento que pone de manifiesto la importancia narrativa de unos créditos iniciales que en otra ocasión podrían haber pasado desapercibidos. A partir de ahí, disfrutamos -en sentido cinematográfico, exclusivamente- de una secuencia portentosa, una lección de manejo de las emociones y de saber cerrar una historia. De las mejores películas de este 2015, un año en el que Golem Films se está cubriendo de oro.

O Futebol - Unión, realidad y/o ficción

viernes, diciembre 25, 2015 0 Comments A+ a-

Crítica escrita por Daniel Medina

Es muy interesante pararse a pensar cuándo lo que estamos viendo en pantalla deja de ser documental y pasa a ser ficción. Esa fina línea (e invisible) que separa ambos conceptos es muy complicada de identificar, máxime en un trabajo como O Futebol, que narra el reencuentro entre Sergio Oksman, director de la película, y su padre. Lo que comienza siendo un documental perfectamente planificado, probablemente más que muchas películas -o al menos esa es mi impresión-, acaba mutando en un trabajo profundamente cinematográfico, y quizá elevando O Futebol a un nivel cualitativo mayor del que aspiraba a lograr. En mi opinión, el devenir de los acontecimientos le hace un enorme favor a este trabajo del brasileño afincado en Madrid Sergio Oksman.

Desde luego que trascender el género documental no es un logro que se deba únicamente a lo trágico de la historia, pues la decisión de rodar prácticamente todo en planos fijos y hacer un uso constante de la elipsis no podría ser más cinematográfico. Entre los problemas de O Futebol destaca un tramo inicial un tanto atropellado, que pone en duda la veracidad de alguna situación por la torpeza de su planteamiento. Otro de los problemas, que en otra tesitura podría haber sido un acierto, es su corta duración. Cuando consigo entrar por completo en la historia, la película está a punto de concluir. No obstante, la perfecta ejecución de su tramo final me hace recordar al gran Jaime Rosales. Pero, como ya digo, parte de los méritos se deben al siempre impredecible ciclo de la vida.

El fútbol aquí es una suerte de MacGuffin, pues, además de como título, actúa como elemento (o excusa) unificador entre un padre y un hijo que llevan la friolera de 20 años sin verse. No pasa una sola conversación en la que no se hable de fútbol, y es ahí donde cobra sentido la decisión de filmar este reencuentro en el transcurso del Mundial de 2014. Quizá sea éste el punto más interesante a analizar en O Futebol, obviando esa barrera invisible que separa el documental de la ficción. Los temas a tratar son mucho más interesantes sobre el papel que una vez vistos en pantalla; durante la mayoría de metraje reina en mí la indiferencia.

Su paso por festivales como Locarno, Mar de la Plata o Sevilla ha dejado opiniones demasiado entusiastas. y O Futebol dista horrores de ser un trabajo redondo. Es muy interesante, pero su desigual resultado no me termina de convencer; es capaz de golpear cuando se lo propone (o cuando toca), pero la planificación no siempre es la idónea para captar el interés de un espectador que no debería despegar la vista de la pantalla en sus 68 minutos de duración. Yo me quedo con los toques de humor de ese hombre tan peculiar que es el padre, un ser digno de ser filmado -cuando no estudiado- durante el tiempo que sea necesario.

El puente de los espías - La figura del héroe

lunes, noviembre 23, 2015 0 Comments A+ a-

Si hace poco más de un mes pudimos ver lo agradable que puede llegar a ser la supervivencia en Marte, ahora es el turno de apreciar lo apacible que fue la Guerra Fría para todos los que la sufrieron. Bueno, a excepción de los presos estadounidenses en manos del ejército soviético. Y qué mejor que un guion que ha pasado por las manos de los Hermanos Coen para quitarle hierro al asunto. Tom Hanks no sólo repite como protagonista en un trabajo de Spielberg, sino que además su personaje está escrito por estos hermanos -y Matt Charman- que tan bien explotaron sus capacidades cómicas en Ladykillers.

El puente de los espías nos traslada a la década de los 60, en plena Guerra Fría, cuando Rudolf Abel es detenido y acusado de ser un espía soviético. James Donovan, un brillante abogado ahora en el terreno de las pólizas de seguros, es requerido para llevar a cabo la importante e impopular defensa del presunto espía. Más tarde se verá involucrado en una operación crucial: la CIA le escoge para entablar negociaciones con los rusos en nombre del gobierno estadounidense para llevar a buen puerto el intercambio entre Rudolf Abel (Mark Rylance) y un piloto yankee que ha sido apresado por el ejército ruso en la RDA.

Los primeros tres cuartos de hora de metraje suponen una estupenda presentación de la historia. Con una secuencia inicial cargada de tensión, Spielberg nos recuerda al de los mejores momentos de Munich, una de sus obras más redondas. A través de un ritmo pausado pero enérgico, la película nos somete a un estado de creciente tensión que termina por desvanecerse antes de lo previstoMark Rylance se convierte en el dueño y señor de la cinta hasta que Donovan (Tom Hanks) parte hacia la zona de conflicto. A partir de ahí, su personaje pierde presencia -al menos física- y coincide con el bajón que pega la película. Sí, El puente de los espías cae en picado y ya no se recupera; todo eso sin contar con la excesiva manipulación a la que nos somete Spielberg de principio a fin.

En un principio podemos observar cierta crítica del director a sus compatriotas, en su incapacidad de tolerar que un espía soviético tenga derecho a ser defendido. De forma nada sutil, casi irrisoria, vemos también cómo Donovan se gana el rechazo de sus iguales por aceptar esa tarea. Pero todo aquello que creamos autocrítica o imparcialidad no es más que un espejismo. No hay más que ver las diferentes condiciones de los presos según qué bando sea el opresor. Ni rastro de sutileza. Spielberg ha encontrado en Donovan a su héroe definitivo, aquel capaz de ser condescendiente con sus enemigos, el mismo que le llevará la contraria a todas las autoridades para más tarde convertirse en el perfecto reflejo de lo que representa el cine de Spielberg. Sin embargo, esto no es ni mucho menos el principal problema de El puente de los espías, a pesar de que tanto maniqueísmo puede acabar con cualquiera.

El puente de los espías puede que no sea una mala película, pero resulta intrascendente como thriller de espionaje y como drama histórico. Todo lo que tiene que aportar se encuentra en el primer tercio del filme; el resto es, cuando menos, olvidable. A pesar del exquisito envoltorio, con la sobriedad y elegancia habitual en el cine de Spielberg, tengo la sensación de que esta película ya la he visto. Y mejor. La pérdida de tensión termina por evidenciar que este trabajo no tiene alma. Y lo que es peor: los tics del director de Ohio van adquiriendo presencia hasta adueñarse por completo de la cinta. La sensiblería y el sentimiento patriótico nos dejan tres o cuatro finales, cada uno de ellos más bochornoso que el anterior. Todo con la ayuda del subrayado musical de Thomas Newman, cuyo empeño -o el de Spielberg- en hacer imperceptible la ausencia de Williams se encarga de eliminar al gran compositor que es.

Spielberg ha perdido una estupenda oportunidad de reafirmarse como realizador. No obstante, su destreza tras las cámaras sigue intacta, por lo que aún está a tiempo de volver a regalarnos una gran película que alcance el nivel de Tiburón, La lista de Schindler o Munich. El puente de los espías, desgraciadamente, no se acerca a ese grupo selecto de notables obras cinematográficas.

Rams (El valle de los carneros) - Lazos de sangre

miércoles, noviembre 18, 2015 0 Comments A+ a-

Crítica escrita por Brian Garrido

Existía una gran expectación, al menos por mi parte, por la ganadora de este año en la sección Un Certain Regard en el festival de Cannes. Ganadoras previas, como Canino o Después de Lucía, son películas que me parecen totalmente fascinantes. Es una sección de la que no sólo surgen cintas muy poderosas, sino cineastas emergentes con una visión muy particular y que destilan talento, por lo que era normal que existiese un gran interés. Pero los logros de Rams no sólo se quedan ahí, pues también se alzó con la Espiga de Oro en la pasada Seminci de Valladolid, además de ganar en diferentes festivales europeos. Su última parada son los Oscar, ya que ha sido seleccionada para representar a Islandia.

Gummi y Kiddi son dos hermanos que viven en un remoto valle islandés, aunque llevan años sin dirigirse la palabra. Ambos dedican su vida al cuidado de sus respectivos rebaños de carneros. Esa apaciguada vida parece verse trastocada cuando se detecta una enfermedad mortal y contagiosa en uno de los animales. Por miedo a la propagación de este virus, se decide sacrificar a todo el ganado de la zona. En estas circunstancias, estos dos hermanos tendrán que aprender a olvidar sus rencillas del pasado y aprender a colaborar si quieren encontrar una solución a esta complicada situación.

Rams es un drama intimista sobre la incomunicación, narrado de manera sobria pero de fuerte impacto emocional. El director Grímur Hákonarson utiliza con gran inteligencia al rebaño, pues le da un uso multifuncional. Para empezar, su presentación puede asemejarse algo a la desgarradora Wendy y Lucy, de Kelly Reichardt. Presenta a los personajes en una constante unión con los animales. De esta forma, la cinta nunca cae en el efectismo ni en la manipulación barata. Esos carneros no sólo representan su forma de vida (existe una competición local en la que gana el animal en que mejor estado esté), sino que adquieren un carácter alegórico para representar el perdón. También funcionan como barrera aislante en la propia comunicación, un sentimiento que se ve multiplicado por la fotografía.

Su capacidad para inducir al espectador en un continuo estado de incertidumbre y de temor, gracias a un uso superlativo del fuera de campo, resulta fastuosa. Esa sensación constante se termina agravando en su apoteósico final, que da cierre con una imagen indescriptible. También es cierto que existe una leve falta de información, pues nunca llega a quedar claro el verdadero origen del conflicto de los hermanos, aunque se pueda intuir en uno de los diálogos. Esto no lo menciono como un defecto, ni mucho menos, pues no llega a resultar esencial para el relato.

Rams supone una de las mayores sorpresas del año. No descartaría que este joven y desconocido director islandés, si continúa su carrera cinematográfica con constancia, pueda llegar a convertirse en una de las figuras claves en el cine europeo de los años venideros.

El clan - Todo por la familia

miércoles, noviembre 18, 2015 0 Comments A+ a-

Crítica escrita por Brian Garrido

Como le ocurría en Carancho, Pablo Trapero es algo negado a la hora de poner en contexto al espectador y presentar a sus personajes. La apertura de El Clan resulta caótica, algo dispersa y muy poco atractiva. No incita al espectador a adentrarse en este relato. Un gran acierto habría sido comenzar con una secuencia de un secuestro en un plano secuencia, que es un método al que suele recurrir con bastante frecuencia. Su decisión es abrir la película emulando a Scorsese. Sobra decir que el resultado es nefasto. Desaprovecha totalmente un material que resultaba interesantísimo y que tenía un gran potencial. Y es que es imposible tomarse con un mínimo de seriedad la película cuando ni el director lo hace. Se dedica a introducir una selección musical que desentona de mala manera. Más tarde, lo justifica convirtiéndola en música diegética. Esto convierte a la cinta en continuo baile de tonos, un mareo constante que me termina irritando. Spielberg mencionó en una ocasión que la gente se ha olvidado de contar historias, que ya no tienen nudo y desenlace, sino un principio que nunca termina de empezar. Creo que es una gran forma de definir la obra de Trapero.


No existe un contraste entre la fachada con la que la familia se presenta al mundo exterior y el verdadero horror que albergan en el interior de su hogar. Ambos mundos parecen convivir bajo un mismo filtro. Esto limita en gran medida las posibilidades de la película. Tampoco existe una introspección desde el núcleo de la familia. El gran problema que genera esto es que, a la hora de mostrar el destino de uno de los personajes, resulta banal e irracional. También molesta que Trapero peque en exceso de efectista. No termino de comprender sus intenciones, porque la película no aporta absolutamente nada. No es un buen thriller, pues carece del elemento crucial para que las películas de este género funcionen: la atmósfera. Tampoco sirve como documento histórico para acercar esta macabra historia, porque no se saca nada en claro. Quizá por eso usa esa fachada tan virtuosa en la que intenta emular continuamente a Cuarón, para intentar esconder que su producto es insustancial y está totalmente hueco.

Por suerte, sí existe algo podamos destacar: la transformación camaleónica de Guillermo Francella. Un trabajo sobrio y contenido que termina eclipsando al resto de reparto, que está poco inspirado. También hay que tener en cuenta que se desaprovechan la gran mayoría de los personajes que aparecen. Mientras que en la verdadera historia de los Puccio, todos parecían tener un peso en la trama, aquí no aportan absolutamente nada. Esto podría conseguir una ambigüedad deliciosa, pues algunos de los miembros de la familia eran menores, no entendían la gravedad de la situación. Alternar los diferentes puntos de vista generaría un gran interés.


Tras ver El Clan y Desde Allá (León de Plata y de Oro, respectivamente, en la pasada edición del festival de Venecia) me asalta una duda: ambas son películas pésimas, pero las dos se alzaron con los premios más importantes de dicho festival. En aquella sección oficial, hubo títulos extraordinarios, como Beasts of No Nation o Heart of a Dog. El presidente del jurado era Alfonso Cuarón y, casualmente, las dos ganadoras son de nacionalidad sudamericana. No sería descabellado pensar que el director mexicano las premió por su país de procedencia. En vez de indignarme por esto, recuerdo cuando en ese mismo festival en 2010, Tarantino decidió otorgar dos Leones de Plata a Álex de la Iglesia por la insultante y repulsiva Balada triste de trompeta, cuando estaban Aronofsky y Reichardt en competición. La razón aquella vez fue más indignante: ambos directores son amigos. Por tanto, no resulta tan sangrante lo de Cuarón.

Una decisión peligrosa (Good People) - Buena gente, mala película

miércoles, noviembre 18, 2015 0 Comments A+ a-

Una decisión peligrosa, como la que tomó Ruben Henrik Ganz al aceptar dirigir la adaptación de la novela de Marcus Sakey. En esta ocasión no sabría decir si da más pena el título original, Good People, o su “traducción” al español. Es una pena que el autor danés, cuyo éxito internacional llegó de la mano de la interesante Terriblemente feliz, vaya a darse a conocer al público menos cinéfilo a través de un thriller de tan pésima ejecución. Él mismo tiene parte de culpa de que sea así, por supuesto, pero este proyecto estaba abocado al fracaso desde su lamentable escritura.

La premisa de la que parte Una decisión peligrosa no sólo peca de excesivamente manoseada, sino que además conlleva un escaso índice de acierto. Una joven pareja contrae una deuda enorme al reformar la casa familiar que tiene en Londres. Un día, su casero muere de forma fulminante y encuentran junto a él nada más y nada menos que 20.000 libras. La pareja decide quedarse con el dinero, lo que traerá consigo una espiral de violencia con investigaciones criminales de por medio.


La primera toma de contacto de Henrik Ganz con el thriller comercial no podría haber sido más desastrosa. Una decisión peligrosa tiene un guion bochornoso, que nunca profundiza en el desarrollo de los personajes y registra un sinfín de diálogos que rayan el ridículo. En estos casos, la solución -o lo más parecido a una- se encuentra en camuflar todos los defectos puramente narrativos mediante un artificial pero efectivo virtuosismo técnico; sin embargo, la dirección del danés es tan plana, tan de telefilme, que ni siquiera logra crear un acabado visual atractivo ni sacar provecho de un reparto bastante prometedor. Si James Franco y Kate Hudson nunca habían estado tan mal, lo de Tom Wilkinson es digno de estudio. Todos los personajes parecen asustados, quizá porque sus intérpretes eran conscientes del despropósito que estaban contribuyendo a crear. Así, ni siquiera podemos evitar reírnos con las apariciones de un villano -Omar Sy- que nunca consigue intimidar pero sí dar pena.


Con todo, la película se sigue con cierto interés. Puede que esto no sea más que por la mera curiosidad de cuál será el próximo cliché en aparecer o el próximo diálogo con el que nos reiremos. La etiqueta de entretenimiento sin pretensiones, que ya de por sí tiene poca validez, le queda demasiado grande a un trabajo que no parece tener una sola. Una decisión peligrosa es lo mismo de siempre, pero peor escrito, filmado e interpretado que nunca. Al menos espero que le sirva como lección a un Ruben Henrik Ganz que ha demostrado tener cierto talento, aunque no para malgastarlo en productos inanes. Un desastre insostenible; de esas películas que, sin resultar insoportables, permanecen sumidas en un error interminable.

La promesa - Ni rastro de pasión

sábado, noviembre 07, 2015 0 Comments A+ a-

Si a principios de verano llegó a nuestras salas No molestar, cuyo estreno en Francia fue el año pasado, esta semana se estrena otra película de Patrice Leconte, La promesa, estrenada en tierras francesas en el año 2013 tras su paso inadvertido por el Festival de Venecia. La promesa surge con la intención de realizar una adaptación de Viaje al pasado, la novela de Stefan Zweig. La historia nos sitúa en la Alemania de 1912, donde un joven licenciado de origen humilde se convierte en secretario y persona de confianza de un rico empresario del acero. Poco a poco será solicitado para asistir frecuentemente a su domicilio, donde surgirá una relación pasional con la joven mujer de éste.


La promesa tiene un sinfín de problemas, todos ellos motivados por una dirección carente de personalidad y por la inexistente química entre las dos piezas claves de este triángulo amoroso. La frialdad, capaz de congelar todo el relato, ocasiona que los sentimientos que (se supone) guardan los personajes en su interior nunca impregnen las imágenes de pasión. Además, la película está estructura de una manera errónea -desconozco si la novela era igual-, pues todo lo verdaderamente interesante del filme tiene lugar en la media hora final. Quiero pensar que esto no es así, que simplemente lo percibo de esta manera porque la primera hora es demasiado torpe y atropellada. En ella, supuestamente, deberían nacer unos sentimientos y emociones que hagan creernos la relación entre unos personajes demasiado planos.

Las actuaciones, sin embargo, no son del todo malas, aunque están lastradas por unos personajes muy pobres. Rebecca Hall y Alan Rickman cumplen sin alardes, mientras que Richard Madden está simplemente ridículo. Sería injusto crucificarle por este papel, pues la mayor parte de la culpa no creo que sea suya. El principal problema viene originado por la escritura de unos personajes sin arista alguna.


Con sus evidentes problemas narrativos, La promesa podría haber sido otra cinta técnicamente imponente, con un diseño de producción y un vestuario deslumbrantes. Pero ni siquiera cumple en ese sentido, pasando sus evidentes méritos desapercibidos por culpa de una dirección tan impersonal como desconcertante. La imagen nunca respira, los planos no tienen vida y cada escena parece filmada con más pereza que la anterior; sin embargo, Laconte se empeña en hacer uso de zooms y movimientos de cámara totalmente gratuitos, transmitiendo una sensación de incomodidad que no se despega de nosotros en ningún momento.

La promesa es una película decepcionante, que desaprovecha por completo una historia que recordaba a los grandes clásicos del género dramático. Sin ser totalmente desechable ni molesta, la última (para nosotros) obra de Patrice Leconte se estrella en una inequívoca muestra de torpeza y falta de intensidad. Ni rastro de pasión en unos personajes, imágenes y situaciones que tardaré muy poco en olvidar.

Novatos - ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

sábado, noviembre 07, 2015 0 Comments A+ a-

Pablo Aragües, director de Novatos, ha manifestado que la película está basada en su propia experiencia cuando fue a estudiar periodismo a Madrid, siendo en su 99% un film autobiográfico. Lo primero que tengo que decir es que no me creo absolutamente nada de lo que veo en pantalla. Y esto quizá no sea un problema de verosimilitud, que en mi opinión también lo es, sino del nefasto trabajo de dirección que lleva a cabo el director maño. Cada personaje, situación o diálogo es menos creíble que el anterior, dejando en entredicho la supuesta intención de realizar una película veraz sobre las novatadas. Y el verdadero problema es ese, que por mucho esfuerzo que hagamos por no reírnos con lo que acontece en pantalla, cada una de las decisiones de dirección se ocupa de sacarnos de la narración.


También es destacable que, en esa búsqueda de realismo, los tres personajes principales sean caras bonitas y nada más; todas las interpretaciones son de muy bajo nivel, por no hablar de lo desdibujados que están todos los secundarios y lo planos que son los propios protagonistas. Una vez más, la credibilidad se convierte en una quimera cuando vemos la reacción de los padres ante los problemas que les cuenta Álex, el protagonista, cuando los llama. Es evidente que las figuras paternas tienen cabida única y exclusivamente como excusa para los cameos de Emma Suárez, Marta Larralde y Jorge Usón.

Aunque ya os imaginaréis por dónde van los tiros, en Novatos, la segunda película de Pablo Aragües, Álex es un joven que viaja desde Zaragoza a Madrid para estudiar periodismo en la Universidad Complutense. Cuando llega al colegio mayor, empieza a sufrir las vejaciones en forma de novatadas de algunos internos de cursos superiores. Un colegio mayor en el que, por otra parte, sólo parece haber 7 u 8 internos, repartidos entre los que sufren las novatadas y los que las llevan a cabo. Realismo a raudales es lo que tenemos en este producto cinematográfico capaz de sonrojarnos en innumerables ocasiones.


Desgraciadamente, Novatos es una cinta en la que nada ni nadie consigue salvarse. Sus momentos ridículos se reparten meticulosamente a lo largo del metraje, destacando una planificación sin pies ni cabeza, que nos permite diferenciar incontables tipos de plano -algunos inexplicables- en cuestión de segundos. También son como poco vergonzosas las reacciones de nuestro protagonista cuando la chica que le gusta, víctima también de novatadas en el colegio femenino, le responde a los mensajes de whatsapp. Vaya, el chaval lo celebra como si acabara de ganar un Óscar. Sin embargo, todo se queda corto cuando llegamos a las dos escenas finales, probablemente las más sonrojantes que he visto este año en una sala de cine.


Echo en falta un tratamiento mucho más profundo de aquellos que sufren bullying; si el desarrollo del protagonista es inexistente, actuando siempre de manera incomprensible, el resto de víctimas son meras marionetas. Un tema tan serio no merece una película como ésta, cuyo tratamiento del componente psicológico que impide a los novatos enfrentarse a tan delicada situación es irrisorio. Novatos se supone que es una película seria, pero acaba convirtiéndose en una comedia involuntaria. Por suerte es muy entretenida, lo que es de agradecer cuando estamos ante un producto tan mediocre.

Las aventuras de Moriana - Analogía

domingo, noviembre 01, 2015 0 Comments A+ a-

Es inexplicable la cantidad de producciones nacionales mediocres que han llegado a las salas de cine este 2015. La explicación, sin embargo, parece ser mucho más sencilla de lo que pudiésemos imaginar, al menos en el caso de Las aventuras de Moriana. Cuando la protagonista decide dirigir una película tras probar suerte con un restaurante, su estreno tiene lugar gracias a que consigue que Terele Pávez aparezca en ella como principal reclamo. Esto es lo mismo que ocurre con la verdadera ficción, cuyo estreno en salas parece deberse únicamente a contar en su reparto con Terele Pávez y Enrique Villén.

Magdalena es una mujer de mediana edad con tres hijos. Su vida se ve trastocada por completo cuando es desahuciada de su hogar. A pesar de encontrarse en tal situación, les lanza un mensaje positivo: siempre mirar hacia delante en los malos momentos. Decide montar un restaurante con la ayuda de sus suegros, madre y hermanos. Cuando esa empresa no funciona, tiene una idea aún más alocada: realizar una película.


Las aventuras de Moriana propone, de manera más que interesante, una crítica social ante la precariedad que sufren muchas familias en la actualidad de nuestro país. Sin embargo, tal radiografía naufraga por culpa de un humor sencillo, torpe y nada efectivo. No hay mejor forma de confirmar su nulidad como comedia que haber asistido a un pase de prensa en el que las risas brillaron por su ausencia. Los personajes, las situaciones y los diálogos, a pesar de carecer de originalidad, podrían haber dado pie a provocar las risas de la platea. Pero el problema de Las aventuras de Moriana es que contagia al espectador de una apatía harto peligrosa, demostrando ser una película sin alma que desaprovecha prácticamente todas las situaciones cómicas que se prestan. La interpretación de Magdalena S. Blesa, a pesar de desprender en todo momento autenticidad, contribuye también a transmitir esa molesta sensación apática.


Las intenciones de la película, sin embargo, son muy buenas y la idea ofrecía la posibilidad de realizar una interesante una comedia costumbrista sin perder de vista la realidad social. Cuando la cinta parece adquirir una mayor carga dramática, y su discurso adquiere más fuerza y protagonismo, un servidor ya se encuentra quemado por el sinfín de gags sin gracia que se suceden en el desarrollo de la historia. Así, la película se asemeja demasiado a la que tiene lugar dentro de ésta, estableciéndose una peligrosa analogía entre ambas: películas sin apenas presupuesto, pero que tampoco ofrecen ninguna muestra, por pequeña que sea, de talento tras las cámaras -y sólo un poco delante de éstas

Life Feels Good - Producto vegetal

viernes, octubre 09, 2015 0 Comments A+ a-


En poco más de un año han llegado a nuestras salas dos películas polacas con ciertos aspectos en común: Ida y Papusza. Ambas otorgaban una importancia incuestionable a la estética, aunque sin descuidar nunca el fondo. Las dos en blanco y negro, nos trasladaban al siglo pasado, en el que tenían lugar dos historias relativamente sencillas que tenían mucho que decir sobre la difícil situación del país. Life Feels Good, a diferencia de los trabajos mencionados, es una cinta relativamente comercial, cuyo objetivo primordial es contarnos una bella historia sin florituras. Que lo consiga o no es otro asunto.

Mateusz es un joven de 30 años que sufre de parálisis cerebral desde que nació. A pesar de que hoy en día lleva una vida normal -dentro de sus evidentes limitaciones-, ha sido tratado siempre como un vegetal. Life Feels Good nos cuenta la historia de Mateusz, desde que nació hasta el presente, donde, interno en una institución mental, es evaluado por expertos para conocer cuál es su nivel de discapacidad.


Narrada en su totalidad en primera persona, Life Feels Good nos introduce en lo que ha sido la vida del joven, a través de unos intertítulos que coinciden con su estado vital en cada momento. Es destacable y digno de admirar que se mantenga alejada de sentimentalismos impostados, pero también he de decir que tal decisión puede volverse en su contra, pues hasta el último tramo la cinta desprende una frialdad que limita mi conexión emocional. El tratamiento de la historia es bastante superficial, desarrollándose todo de manera un tanto acelerada.

La banda sonora escogida no me parece ni mucho menos acertada, pues tanto dinamismo y alegría hace que por momentos tenga la sensación de estar contemplando un anuncio de casi dos horas. Que una historia tan delicada se quede tan cerca de resultarme artificial es preocupante. Por suerte, y aunque sólo ocurra en tramos determinados del metraje, la historia de este ser humano que ha sido dado por vegetal -sin serlo- durante casi 30 años consigue superar todas las adversidades y ganar importancia.


Life Feels Good es una película que aporta más bien poco, cuya efectividad se debe casi en su totalidad a la estremecedora interpretación de Dawid Ogrodnik en la piel del Mateusz adulto. Sin resultar del todo fallida, desaprovecha una historia real que únicamente creemos así cuando está a punto de concluir. Lo que es evidente es que, a pesar de alejarse de la corriente lacrimógena hacia la que apuntaba su premisa, tiene la capacidad de emocionar de forma natural.

El coro - El viaje distraído

lunes, octubre 05, 2015 0 Comments A+ a-


No creo que haga falta ser ningún iluminado para, únicamente leyendo el título de esta película, acordarse de Los chicos del coro, de Christophe Barratier. Bastante lejos de ser un calco de la citada película, El coro es una propuesta influenciada, principalmente, por las cintas de superación cuando se trata de destacar en un entorno desconocido. Eso no quiere decir que no guarde ciertas similitudes con la obra francesa, pues encontramos sus mejores momentos cuando más cerca se encuentra de la misma: en los momentos musicales.

Step (Garrett Wareing), un conflictivo niño de once años, acaba de perder a su madre en un accidente de tráfico. El joven tiene un don extraordinario para la música, por lo que, gracias a la ayuda económica de un padre biológico que nunca ha querido saber nada de él, ingresa en una prestigiosa escuela cuyo coro infantil viaja por todo el mundo. Además de las diferentes confrontaciones con sus compañeros, primero por ser el nuevo y más tarde por pura rivalidad, tendrá que enfrentarse al exigente maestro de la escuela (Dustin Hoffman), que no parece especialmente alegre por su presencia.


Como ya he dicho, El coro es una película efectiva cuando los únicos protagonistas son el pequeño Step y la música. En esos momentos, poco importa que nos estén contando una historia mil veces vista, pues François Girard imprime la garra y emotividad suficiente para que lo acontecido nos interese. Desgraciadamente, acaban teniendo excesiva relevancia algunas subtramas y personajes (el del padre biológico es vergonzante) que, lejos de aportar algo positivo a la narración, dan la sensación de existir única y exclusivamente para dotar al relato de una innecesaria tensión y motivar giros argumentales cada cierto tiempo. Una decisión un tanto dudosa, la de convertir en un thriller -al menos momentáneamente- películas cuyo desarrollo no lo requiere.

Con una dirección bastante funcional, el director canadiense parece empeñado en darle importancia a una música que no para de sonar en los 106 minutos que dura la película. Cuando no son los chicos del coro los que cantan, escuchamos música diegética e incluso el sonido de instrumentos cuya aparición sólo se explica si es para su propia utilización. Esta necesidad de enlazar melodías y sonidos de cualquier tipo no me molesta, pues su concatenación está lograda y supone una verdadera muestra de intenciones.


Pero es indudable que, entre numerosas y diversas distracciones repartidas a lo largo del metraje, la historia principal tiene el dinamismo y la fuerza suficientes para sustentar una película bastante irregular. Además, nos encontramos un elenco actoral bastante destacado, tanto por las interpretaciones de los jóvenes como por las de viejas glorias como Dustin Hoffman y, sobre todo, Kathy Bates. Ésta última no sólo aporta el temple y la veteranía, sino que además se convierte en el alivio cómico de la cinta.

El coro, tan trillada como dolorosamente comercial, tiene las suficientes virtudes como para sobresalir entre los productos denominados de usar y tirar. Sin embargo, el buen sabor de boca que me dejó tras el visionado se ha ido tornando en indiferencia

El apóstata - Caótico proceso

viernes, octubre 02, 2015 0 Comments A+ a-



el pelele está malo, ¿qué le daremos?
una zurra de palos que le matemos.
el pobre pelele, el empelelao,
se tienta lo suyo, lo tiene arrugao.
le da con el dedo, lo quiere mullir, el pobre pelele se quiere morir.
el pelele está malo, ¿qué le daremos?
agua de caracoles, se pondrá bueno.
El apóstata cuenta la historia de Tamayo, un hombre de unos treinta años que, unido toda la vida a una religión que no comparte -el catolicismo-, decide apostatar para que así su nombre sea eliminado de todos los registros y cualquier vínculo con la iglesia desaparezca. Para ello deberá soportar un arduo proceso, repleto de trámites burocráticos y voces que cuestionan sus actos. Además existe un añadido bastante curioso: Tamayo es un ser descuidado, incapaz de terminar su carrera y que desea a su prima, lo que hace que a ojos del resto de humanos su decisión de apostatar sea vista como un mero capricho.


Federico Veiroj, que vivió unos años importantes de su vida en Madrid, decidió hacer esta película cuando su amigo Álvaro Ogalla, protagonista y coguionista de la misma, le contó su odisea a la hora de apostatar. Así, el director uruguayo alterna en esta deliciosa comedia el seguimiento casi documental de su protagonista -siguiendo la línea de lo que hizo en La vida útil-, con los delirantes episodios que tienen en lugar durante el proceso, complementados maravillosamente con las ensoñaciones del protagonista y con un uso siempre adecuado de los elementos cinematográficos.

A pesar de su liviandad y su estatus casi predefinido de película pequeña -por su presupuesto, sus pretensiones…-, El apóstata acaba colándose en esa categoría que alberga múltiples obras que, por diversos motivos, adquieren mayor entidad y trascendencia de lo que trasmiten sus propias intenciones. Porque sí, El apóstata es una de esas pequeñas grandes películas; de las que contienen lecturas y apuntes más que interesantes bajo su aparente simpleza. Veiroj consigue deleitarnos, a pesar de las escasas dimensiones de la propuesta, con su inagotable imaginación. Una cinta repleta de detalles, muchos de ellos aplicando múltiples referentes sin perder un ápice de personalidad.


Existe un pequeño peligro que, sin embargo, es sorteado con extrema facilidad. No obstante, no descarto que determinadas personas puedan sucumbir al encontrarse con un personaje protagonista un tanto apático. En cualquier caso, yo me contagio de la inusitada simpatía que desprende, que a mi juicio es fruto de esa misma apatía que muestra frente a ciertos aspectos de su vida. El apóstata, que remite no pocas a veces a El proceso -obra literaria o adaptación cinematográfica, igual da-, se sitúa como una de las mejores películas presentadas a competición en la última edición del Zinemaldia. Para este cronista se trata, además, de la mejor película española -si se me deja considerarla así- de este 2015.

Por si fueran pocas las virtudes de la cinta, también esquiva cualquier posibilidad de tildarla como crítica gratuita y desmedida a la señora institución llamada iglesia, pues el dibujo de un protagonista tan… ¿perezoso? aumenta las miras y el discurso, no saliendo ninguna de las partes bien parada. El humor surge a partir de dos posiciones completamente opuestas. Si menciono esto es, principalmente, porque ya he leído alguna opinión descalificando la película por ser una crítica injustificada a la iglesia y el catolicismo. Que nadie, independientemente de sus ideas o creencias, se aleje de esta genialidad por leer tales estupideces.

Taxi - Los límites de la realidad

miércoles, septiembre 16, 2015 0 Comments A+ a-

Jafar Panahi, ganador de un León de Oro y un Leopardo de Oro, lleva siendo perseguido por su nación, Irán, desde 2009. El reputado y comprometido director pasó meses en prisión, encontrándose desde hace años incapacitado para hacer cine y bajo arresto domiciliario. Así. sus trabajos desde aquel momento, Esto no es una película y Closed Curtain, han sido rodados entre las paredes de su propia casa. Ahora, probablemente ayudado por una menor vigilancia de su Estado, Panahi se hace con un taxi y empieza a recorrer las calles de Teherán, cámara en salpicadero, filmando sus entrevistas a los viajeros y capturando el espíritu de la sociedad iraní a través de este viaje.


Como viene siendo habitual en su cine, Panahi juega con el espectador a su antojo, haciendo casi imposible la tarea de diferenciar entre realidad y ficción. En cualquier caso, y con más o menos guión, Panahi nos muestra el descontento de una sociedad que sufre cierta represión, con un tono ligero de comedia que deja la tragedia en un segundo plano, relegada a dos momentos puntuales. Los diferentes episodios que tienen lugar aportan cosas diferentes, dejando, cuando menos, una incontable cantidad de risas en el patio de butacas. Pero, evidentemente, nunca olvida -ni olvidamos- lo que hay detrás de todo: no puede hacer cine, y tiene que "camuflarse" para poder hacer cosas así de pequeñas -al menos sobre el papel- y rápidas.


Taxi funciona como vehículo -y nunca mejor dicho- para concienciar al espectador en clave cómica sobre los problemas que sufre la sociedad iraní. Un muy divertido documental que no aparta nunca la mirada sobre la situación socioeconómica de su país, sea realidad o ficción. Panahi, sin apenas medios, es capaz de hacer una obra tan espléndida y de sumar a su palmarés un Oso de Oro. ¿Le queda algún animal por ganar? Quizá ya sólo le quede tumbar al país que le reprime.

Heimat - La otra tierra

martes, septiembre 15, 2015 0 Comments A+ a-

El alemán Edgar Reitz dirigió una trilogía para televisión en los años 1984, 1993 y 2004 en la que echaba una mirada hacia atrás para tratar los acontecimientos más importantes ocurridos durante el siglo XX en un ficticio pueblo alemán. Casi una década más tarde entendió que faltaba algo, y que era necesario hacer lo propio con el siglo XIX. Así, a modo de precuela, dirige el largometraje Heimat – La otra tierra, cuya duración no llega a las cuatro horas. Después de ver este magistral trabajo me veo obligado a hacer lo propio con todas las temporadas de la serie, más tarde o más temprano. Tenemos ante nosotros un verdadero hallazgo.


En este film Edgar Reitz sigue la vida de los Simon, una familia de la región de Hunsrück sumida en la pobreza y que busca de todas las maneras posibles salir de ella. El eje sobre el que está articulada toda la narración es Jakob, el menor de los tres hermanos de la familia. Este joven es un incomprendido de su tiempo, más interesado en cultivar su mente leyendo y aprendiendo idiomas que en los monótonos trabajos manuales. Heimat nos presenta el lapso de tiempo entre los años 1941 y 1944, que coinciden con la escritura del joven en su diario, actuando así como narrador omnisciente. Quizá la decisión de desarrollar esta precuela viene motivada por mostrar al mundo que las cosas no han cambiado tanto como creemos. Reitz nos sumerge en mitad del siglo XIX y habla sobre temas universales como la familia, la incomprensión en un entorno alejado de toda evolución, el amor, los sueños, la prosperidad… Todos sueñan con emigrar a Brasil, supuesta tierra de bonanza económica a la que los nobles hacen creer que es muy fácil viajar.


Heimat – La otra tierra es un logro cinematográfico absoluto, tan extraordinaria por lo que cuenta como por la forma en que lo hace. No contento con eso, Reitz nos regala uno de los trabajos más bonitos a nivel visual del cine moderno. La fotografía en blanco y negro de Gernot Roll es un gozada, destacando en momentos determinados algunos objetos con un más que estudiado uso del color. La facilidad con la que la historia se centra en desarrollar otros personajes y familias casi sin que nos demos cuenta es remarcable, y algunas transiciones, zooms y planos aéreos no hacen más que elevar esta película a la categoría de obra maestra.

La película se divide en dos partes: Home From Home (107 minutos) y Chronicle of a Vision (128 minutos). En la primera parte la narración siempre obedece a la escritura del diario de Jakob, en lo que supone una presentación completa de la gran mayoría de personajes que tienen una mínima importancia. Debido a un giro de los acontecimientos, en la segunda la narración se realiza, sobre todo, a través de las poderosas imágenes. Sorprende por tanto que, a pesar de las casi cuatro horas de película, el ritmo nunca decaiga y que ambas formas de narrar sean igual de efectivas. Probablemente el momento más emotivo de Heimat se encuentre en el estupendo cierre de su primera mitad, aunque es indudable que es una obra que guarda una mayor sensibilidad de la que podríamos prever.


No sé si Heimat – La otra tierra es mi estreno favorito de lo que llevamos de año, pero sin duda me parece la película más redonda que se ha estrenado. Una obra mayúscula, completada a partir de pequeños pedazos de gran cine. Un trabajo con un incuestionable aroma a cine clásico que se confirma como una de películas más importantes de los últimos tiempos. Es muy probable que este genial director y estupendo narrador que es Edgar Reitz no nos regale ningún trabajo más -al menos no a este nivel-, así que quedémonos con que la gran mayoría de nosotros aún debemos disfrutar de las tres miniseries que completan la trilogía de Heimat.

Una segunda oportunidad - Descabellada

martes, septiembre 15, 2015 0 Comments A+ a-

El síndrome del espectador sacudido.

Susanne Bier, otrora creadora de grandes películas como Después de la boda o Hermanos, parece llevar tiempo sumida en una preocupante crisis creativa. La directora danesa ha demostrado en multitud de ocasiones su capacidad para llevar al límite toda relación humana, aunque siempre cercana a traspasar la línea de la credibilidad, debido sobre todo a algunas situaciones extremas y al histrionismo de sus personajes. Sin embargo, esa tensión o nervio palpables en otros de sus trabajos aquí no se encuentran, pues la amiga Susanne sobrepasa todas las líneas y límites existentes. Una segunda oportunidad es poco más que una falta de respeto al buen gusto, a toda persona con hijos, a los enfermos mentales e incluso a los drogadictos.


Exceptuando casos muy concretos, como la recientemente estrenada Silent Heart de Bille August (inesperadamente contenida), las historias que llegan de tierras danesas me resultan un tanto exageradas. Pese a esto, la gran mayoría de sus directores, o al menos de los que he tenido oportunidad de ver trabajos, aprovechan de manera extraordinaria esas salidas de tono tan características de su cine. Muchas veces me cuesta creerme determinadas situaciones, pero el saber hacer de sus artífices suele conseguir que sus películas me parezcan, cuando menos, interesantes. Así pues, está en su propia naturaleza el crear ese tipo de personajes tan excesivos. Una seña de identidad de la que acostumbran a sacar un provecho inmejorable.

En Una segunda oportunidad, integrante de la SO en la edición pasada del Zinemaldia, Andreas es un policía felizmente casado y con un hijo recién nacido. Un día, recibe un aviso para intervenir en la pelea de una joven pareja de drogadictos, descubriendo posteriormente en el armario un bebé en penosas condiciones. Cuando tiene lugar un suceso inesperado, Andreas, ese policía a priori sensato y calmado, empezará a actuar conforme a la propia idea que se ha formado acerca de lo que es la justicia. Intuyo que, dada su chocante relación y su inestabilidad mental y emocional, el feliz matrimonio también tuvo algún pequeño encuentro con las drogas en su juventud. En cualquier caso, debemos intentar tomarnos en serio sus desdichas sin preocuparnos por su salud mental.


Es poco menos que imposible creerse que Susanne Bier haya llevado a la pantalla esta disparatada historia sin ser consciente de ello. Podríamos pensar que Una segunda oportunidad es una broma, pero me cuesta imaginar que alguien sea capaz de tratar de una manera tan desafortunada temas tan serios como los que salen a colación aquí. El primer suceso irracional que tiene lugar es desconcertante, provocando que un servidor tenga que aguantarse la risa. Inexplicablemente, todo lo que acontece a partir de ese momento oscila entre la risa de incredulidad y la incomodidad por la violencia desmedida de algunas de sus imágenes, entre las que destacan innumerables primeros planos de bebés. Sin embargo, Bier parece convencida de que está realizando un trabajo serio, recreándose en el buen gusto visual cuando la acción se desarrolla en los interiores del lujoso hogar de nuestro protagonista. Y es que a pesar de acostumbrarnos a puestas en escenas sucias y descuidadas, siempre coherentes con lo que quiere contar, aquí ha optado por deslumbrar con innumerables planos de diversos paisajes. El resultado, tan nefasto como el global de la película.


Bier quiere sacudir al público con la historia de un hombre que en una situación límite se salta cualquier barrera que separe lo correcto de lo incorrecto. Quiere te preguntes hasta dónde estarías dispuesto a llegar en la situación del protagonista. Pero cuando termina la película, el dilema que suscitaba cierto interés cien minutos antes ya no importa, sólo me pregunto cómo alguien con talento ha podido dar luz a este engendro.

Ni siquiera el a priori poderoso elenco da la talla, siendo Nikolaj Lie Kaas el único que sale bien parado de este crimen cinematográfico. Una segunda oportunidad ofrece dudas sobre si su frivolidad es o no intencionada. Si los descabellados acontecimientos claman al cielo, algunos de los diálogos parecen obra de la mayor de las parodias. El objetivo de incomodar al espectador está conseguido, desde luego; eso sí, tengo la impresión de que no de la forma esperada. Véanla ustedes mismos y juzguen. Lo siento pero no te creo, Susanne Bier.

El corredor del laberinto: Las pruebas - Extravío de identidad

sábado, septiembre 12, 2015 0 Comments A+ a-

La saga de El corredor del laberinto tiene un problema esencial, el cual se encarga de eliminar cualquier posibilidad que tuviera de destacar como algo más que cine de usar y tirar. La carencia de cualquier lógica narrativa en las dos entregas que llevamos vistas -sobre todo en esta segunda- me hace dudar seriamente sobre la calidad del material original. Cuando todo lo que ocurre en la pantalla nos resulta ilógico y los giros argumentales llegan a molestar, es muy complicado que salgamos de la sala con un buen sabor de boca. Pero, al menos yo, salgo satisfecho. Es algo muy meritorio, desde luego. En cualquier caso, me corroe la duda de qué pasaría en caso de que las películas se tomasen ciertas licencias respecto al discurrir de la trama. Por desgracia, es algo que nunca sabremos.


En las dos entregas seguimos prácticamente todos los movimientos que los personajes realizan, omitiendo únicamente los lapsos de tiempo en que éstos duermen y, desgraciadamente, aquellos momentos que más tarde originarán un punto de giro sin más pretensiones que sorprender al espectador. Así mismo, El corredor del laberinto: Las pruebas empieza justo en el momento donde concluyó su predecesora. Sin embargo, debo decir que ambas películas son diametralmente opuestas.

La primera parte encontraba su punto distintivo -y, por ende, su mayor virtud- en que no seguía las pautas de otras propuestas temáticas similares ni abusaba de los tópicos del género. Las pruebas quiere ser un trabajo más grande a todos los niveles. En esta ocasión, las localizaciones no se reducen únicamente al laberinto, y todo lo que hacía "grande" a su predecesora se pierde por completo. Pero, a pesar de ello, esta secuela encuentra su lugar como un entretenimiento más que digno. Dos películas completamente distintas que funcionan como lo que pretenden ser, sin más aspiraciones que hacerte pasar un buen rato sin torturar demasiado tus neuronas.


Los supervivientes de "El Claro" son trasladados a un refugio en el que se supone que están protegidos por una organización antagonista de CRUEL, dirigida por Janson (Aidan Gillen). Thomas empieza a sospechar que las pruebas que les son realizadas encierran algún misterio, por lo que volverá a trazar un plan junto a sus compañeros para escapar del refugio. Para ello tendrán que sobrevivir en "La Quemadura", un lugar post-apocalíptico en el que deberán evitar ser contagiados por unos infectados que parecen salidos de un Survival Horror.

A pesar del satisfactorio resultado de esta secuela, hay que decir que las dos entregas funcionan mucho mejor como entregas independientes que como saga. Las escenas de acción son una constante en El corredor del laberinto: Las pruebas, haciendo de ésta una experiencia visualmente apetecible y que deja respirar a uno en muy pocas ocasiones. Precisamente son esas pausas el principal hándicap de la película, pues casi siempre preceden a un giro argumental que desafía toda lógica existente. Y es que el avance de la narración se entorpece mientras la propia historia va dando respuesta a muchas de las incógnitas que quedaron en el aire en la primera parte, además de algunas que van surgiendo en la segunda. 


El corredor del laberinto: Las pruebas está a punto de noquear al espectador con un gazapo de los que hacen saltar todas las alarmas, el cual encima coincide con el giro dramático de mayor peso. La credibilidad se pierde por completo y debemos obviar las caprichosas decisiones del protagonista si queremos sacar algo positivo de la película. Por suerte, consigue destacar como entretenimiento sin tener nada que envidiarle a la gran mayoría de blockbusters que se estrenan a lo largo del año. Las pruebas es como cualquier otro thriller de intriga o acción, pero a pesar de no parecerse nada a la primera entrega es igualmente disfrutable. Diferente pero igual de efectiva.