Moonlight - Tipos duros

jueves, febrero 09, 2017 0 Comments A+ a-

Moonlight es un ente extraño; una película que no parece pertenecer a ningún lugar concreto. Apareció de la nada en el festival de Telluride y fue cosechando fama y buenas críticas hasta llegar a los Oscar de la mano de a saber qué académicos. Pero incluso ese desarrollo de los acontecimientos esconde algo extraño, pues no es una película de “Oscar” a no ser que se piense en ella como un trabajo para limpiar la imagen de una academia poblada de dinosaurios viviendo sus últimos días de gloria entre estertores que anticipan la llegada inminente e inevitable de un nuevo cine, no necesariamente mejor pero sí más libre. En ese caso, se entiende mejor la inclusión entre las máximas nominadas de una película sobre negros homosexuales (dos temas que no se habían atrevido a juntar hasta el momento) cubriendo así la cuota de cine para tranquilizar conciencias del año. Porque queda claro nada más ver Moonlight que no es una película nominable, y menos aún con tanto bombo, sino más bien un trabajo propio de los circuitos independientes europeos; con alma de cine social y un fondo tremendamente humanista.

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Por otro lado, es curioso pensar en Moonlight como cine LGTB. Lo es porque precisamente sea más merecedora de esa etiqueta que casi ninguna película con personajes LGTB estrenada estos años. Y con todo, debido a su forma sutil de enfocar la homosexualidad, no como una pulsión sexual que debe ser satisfecha sino como una realidad tras la fachada de la masculinidad autoimpuesta, probablemente pase de forma velada por ese “circuito” de cine en el que, erróneamente, se cataloga de cine LGTB a películas que lo único de activista que tienen es que muestran personajes homosexuales o transexuales. En contraposición, Moonlight esconde todo eso para desarrollarse, de forma quizá más realista, en el mundo afroamericano de Estados Unidos.

Este mundo, dominado por la pobreza y la desesperación, y que tan bien fue representado en series como The Wire, es un lugar absolutamente masculino, heterosexual, en el que el poder lo consiguen los más fuertes; los más implacables: los más machos. El triunfo de Moonlight es, pues, representar todo esto no como algo imposible de superar sino como una fachada tras la que existen realidades ocultas, pero realidades, al fin y al cabo. Esta fractura entre ese mundo, durísimo y masculino y la homosexualidad está plasmada a través de su protagonista, Chiron, y enfocado como un recorrido de autodescubrimiento, más espiritual que sexual, a lo largo de toda su vida. Para ello el relato está dividido en tres partes, una por cada etapa más importante de la vida del protagonista, que sirven para tejer la personalidad de Chiron: un joven silencioso y no especialmente problemático que es moldeado por el duro ambiente en el que vive para terminar aparentando ser uno más.

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El eje del relato está claro y no se desvía en ningún momento, pero posee algunos problemas en la propia narración de la historia de Chiron que lastran moderadamente la película, sobre todo en aquellos puntos en los que es más complicado desarrollar la psicología del protagonista porque éste es demasiado joven. A medida que éste crece, el verdadero trasfondo de la historia empieza a tomar cuerpo y la dirección de Barry Jenkins, errática y algo desnortada, empieza a quedar más definida. Es entonces cuando Moonlight cobra verdadera fuerza y se erige como merecida nominada, si es que esto tiene algún sentido, y de algún modo justifica todas las alabanzas recibidas.

No es, desde luego, una película redonda, como algunos habían anticipado. Barry Jenkins no termina de encontrar de forma coherente una voz propia con la que narrar esta historia de represión; a ratos no sabe si intentar impactar a través del movimiento u oxigenar el relato mediante planos fijos, pero en cualquier caso el conjunto es potente y revela una sensibilidad inaudita para tratar un tema tan sutil y complejo como éste. En Moonlight se encuentran muchas realidades que nunca han sido contadas, y también mucha empatía y humanidad. Es una película que se las apaña para poner de manifiesto lo complejo de la condición humana; que ésta no se puede discernir a simple vista, sino que requiere de una mirada profunda y sincera. Probablemente Moonlight sea un poco abrupta, pero es terriblemente bella.

Crítica escrita por Guillermo Martínez