Festival de San Sebastián 2016 (3)

sábado, octubre 08, 2016 0 Comments A+ a-

La Sección Oficial y su nivel medio

Continuando en la Sección Oficial, toca hablar de sus desatinos menos sufridos, aquellos que terminaron conformando el nivel medio de esta edición. Para empezar, hablaremos de la en un principio desconcertante (la elección, no la cinta) película inaugural, La doctora de Brest. El nuevo largometraje de Emmanuelle Bercot narra una historia sobre medicina basada en hechos reales, en la que la doctora Irène Frachon se atrevió a plantarle cara a la industria sanitaria y farmacéutica francesa, destapando un escándalo mediático en torno a la comercialización de un medicamento cuyos efectos secundarios provocaron centenas de muertes.


Su visionado, que supuso nuestro primer acercamiento a la Sección Oficial a concurso, nos dejó en un estado de incredulidad del que fue difícil salir. La doctora de Brest es una película "necesaria" en toda regla, de esas que se limitan a plasmar de mala manera un caso verídico. Más allá de su escasa valía cinematográfica, de sus intenciones puramente sociales y de su bienintencionado mensaje, esta cinta fracasa por sus evidentes problemas de tono (por querer ser simpática termina siendo insoportable), sus continuos y molestos subrayados y su banda sonora, que, queriendo transmitir dinamismo, únicamente logra ensuciar unas imágenes carentes de fuerza e intrascendentes. Si se salva del ridículo es gracias a Sidse Babett Knudsen, que hace creíble un personaje cuya escritura se empeña en impedir que empaticemos con él, en un extraño acto de honestidad a destiempo.

Errático de principio a fin es Jesús, el nuevo trabajo de Fernando Guzzoni, ganador en el año 2012 del Premio Nuevos Directores en el mismo festival con Carne de perro, su ópera prima. Cierto sector del cine iberoamericano parece estar encerrado en unos esquemas y mecanismos que repiten una y otra vez, una fórmula que nunca funcionó. Pero los premios en los festivales también hablan, y, en este caso, contradicen por completo mis palabras, así que las producciones continúan a través de esa inexplicable senda del éxito. Cuando el visionado de Jesús concluye, uno se pregunta si Guzzoni tenía alguna intención narrativa con todo ese entramado de violencia y podredumbre en el que se encuentra sumido su joven protagonista, más allá de poner sobre la mesa con alarmante torpeza algunos temas sociales e imitar la pésima conclusión de Desde allá, la película de Lorenzo Vigas que fue León de Oro en Venecia 2015 y que también pudimos ver en San Sebastián, encuadrada en la sección Horizontes Latinos. El problema no es no poder adivinar el fondo (si es que realmente esta copia de la copia tiene algo detrás) sino que sus formas se sienten agotadas e inútiles.


Y ahora pasamos al crimen cinematográfico (por llamarlo de algún modo) del festival: la adaptación que ha realizado Ewan McGregor de American Pastoral, la excelente novela de Philip Roth que le hizo ganar el Premio Pulitzer. Podría haber sido plana, o simplemente haberse limitado a plasmar en imágenes la caída del sueño americano que Roth presentó en la novela, pero McGregor y John Romano -guionista de la película- sólo querían hacer lo imposible: hacer de una compleja, potente y conmovedora historia una americanada más, obviando la maravillosa primera parte del libro y eliminando toda ambigüedad, cargándose así el alma de la historia y la profundidad del personaje de "el Sueco", su protagonista, deficientemente interpretado por el propio director. Por si fueran pocos los deméritos del reputado actor estadounidense, también consigue transformar todo el dolor del relato en un festín de risas involuntarias, desmayos y parones para tomar aire. Pese a todo, el cúmulo de situaciones y acontecimientos vistos otras veces esconden aquí algo de interés, aunque todo es mérito del material original, por supuesto. Por el bien de la humanidad, esperemos que el testamento de McGregor como director se quede en esta incomprensible decisión tan conservadora y repugnante.

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Engrosando aún más el listado de títulos infames, llega el turno de Orpheline, la nueva obra de Arnaud des Pallières. En esta ocasión nos encontramos ante una cinta que, a pesar de sus errores de bulto, de su torpeza e inconcreción narrativa, quizá fuera maltratada en exceso. Aunque en cuestiones de fondo se haya criticado su machismo (y con razón, pues no seré yo quien defienda la película), su falta de sensibilidad a la hora de desarrollar los cuatro personajes femeninos que articulan la (confusa) narración, formalmente resulta mucho más estimulante que la mayoría de propuestas de la Sección Oficial. Sin ir más lejos, su atractiva y sugerente presentación, las primeras fragmentaciones del relato, hacen que ver que detrás de las cámaras se esconde alguien con algo de talento, aunque sea muy poco. Pero el caos no tarda en aparecer, y las nuevas representaciones de un mismo personaje (o ese personaje en otros tiempos y otros momentos de su vida, igual da) pierden todo el interés, la garra y la veracidad de las imágenes que vimos en los primeros tres cuartos de hora. Como resultado, únicamente podemos destacar positivamente la labor de Adèle Haenel, una actriz con una carrera realmente prometedora.

En tierra de nadie se situaría El hombre de las mil caras, cinta que incluyo en este texto por no haber despertado en mí más que indiferencia. Si bien considero que esto es un paso atrás en la carrera de Alberto Rodríguez, mi visión sobre la película no es completamente negativa, el problema es que no veo en ella más que un estupendo trabajo interpretativo y de caracterización y ambientación que viene a esconder los problemas narrativos de un thriller tan plano como carente de nervio e interés. Sin necesidad de entran en comparaciones con un coloso como La isla mínima, no hay más que ver el nivel del thriller español de este año para que El hombre de las mil caras palidezca.

Aunque en este momento no venga cuento, siempre es interesante destacar que la única película de la Sección Oficial a competición que me perdí fue Yo no soy Madame Bovary, la ganadora de la Concha de Oro. Por lo tanto, mis juicios sobre el palmarés no tienen ninguna validez (y tampoco pretendía emitir ninguno, honestamente), y tendré que esperar a su estreno en cines españoles para saber en qué apartado de mis textos sobre la Sección Oficial hubiera entrado.