El puente de los espías - La figura del héroe

lunes, noviembre 23, 2015 0 Comments A+ a-

Si hace poco más de un mes pudimos ver lo agradable que puede llegar a ser la supervivencia en Marte, ahora es el turno de apreciar lo apacible que fue la Guerra Fría para todos los que la sufrieron. Bueno, a excepción de los presos estadounidenses en manos del ejército soviético. Y qué mejor que un guion que ha pasado por las manos de los Hermanos Coen para quitarle hierro al asunto. Tom Hanks no sólo repite como protagonista en un trabajo de Spielberg, sino que además su personaje está escrito por estos hermanos -y Matt Charman- que tan bien explotaron sus capacidades cómicas en Ladykillers.

El puente de los espías nos traslada a la década de los 60, en plena Guerra Fría, cuando Rudolf Abel es detenido y acusado de ser un espía soviético. James Donovan, un brillante abogado ahora en el terreno de las pólizas de seguros, es requerido para llevar a cabo la importante e impopular defensa del presunto espía. Más tarde se verá involucrado en una operación crucial: la CIA le escoge para entablar negociaciones con los rusos en nombre del gobierno estadounidense para llevar a buen puerto el intercambio entre Rudolf Abel (Mark Rylance) y un piloto yankee que ha sido apresado por el ejército ruso en la RDA.

Los primeros tres cuartos de hora de metraje suponen una estupenda presentación de la historia. Con una secuencia inicial cargada de tensión, Spielberg nos recuerda al de los mejores momentos de Munich, una de sus obras más redondas. A través de un ritmo pausado pero enérgico, la película nos somete a un estado de creciente tensión que termina por desvanecerse antes de lo previstoMark Rylance se convierte en el dueño y señor de la cinta hasta que Donovan (Tom Hanks) parte hacia la zona de conflicto. A partir de ahí, su personaje pierde presencia -al menos física- y coincide con el bajón que pega la película. Sí, El puente de los espías cae en picado y ya no se recupera; todo eso sin contar con la excesiva manipulación a la que nos somete Spielberg de principio a fin.

En un principio podemos observar cierta crítica del director a sus compatriotas, en su incapacidad de tolerar que un espía soviético tenga derecho a ser defendido. De forma nada sutil, casi irrisoria, vemos también cómo Donovan se gana el rechazo de sus iguales por aceptar esa tarea. Pero todo aquello que creamos autocrítica o imparcialidad no es más que un espejismo. No hay más que ver las diferentes condiciones de los presos según qué bando sea el opresor. Ni rastro de sutileza. Spielberg ha encontrado en Donovan a su héroe definitivo, aquel capaz de ser condescendiente con sus enemigos, el mismo que le llevará la contraria a todas las autoridades para más tarde convertirse en el perfecto reflejo de lo que representa el cine de Spielberg. Sin embargo, esto no es ni mucho menos el principal problema de El puente de los espías, a pesar de que tanto maniqueísmo puede acabar con cualquiera.

El puente de los espías puede que no sea una mala película, pero resulta intrascendente como thriller de espionaje y como drama histórico. Todo lo que tiene que aportar se encuentra en el primer tercio del filme; el resto es, cuando menos, olvidable. A pesar del exquisito envoltorio, con la sobriedad y elegancia habitual en el cine de Spielberg, tengo la sensación de que esta película ya la he visto. Y mejor. La pérdida de tensión termina por evidenciar que este trabajo no tiene alma. Y lo que es peor: los tics del director de Ohio van adquiriendo presencia hasta adueñarse por completo de la cinta. La sensiblería y el sentimiento patriótico nos dejan tres o cuatro finales, cada uno de ellos más bochornoso que el anterior. Todo con la ayuda del subrayado musical de Thomas Newman, cuyo empeño -o el de Spielberg- en hacer imperceptible la ausencia de Williams se encarga de eliminar al gran compositor que es.

Spielberg ha perdido una estupenda oportunidad de reafirmarse como realizador. No obstante, su destreza tras las cámaras sigue intacta, por lo que aún está a tiempo de volver a regalarnos una gran película que alcance el nivel de Tiburón, La lista de Schindler o Munich. El puente de los espías, desgraciadamente, no se acerca a ese grupo selecto de notables obras cinematográficas.

Rams (El valle de los carneros) - Lazos de sangre

miércoles, noviembre 18, 2015 0 Comments A+ a-

Crítica escrita por Brian Garrido

Existía una gran expectación, al menos por mi parte, por la ganadora de este año en la sección Un Certain Regard en el festival de Cannes. Ganadoras previas, como Canino o Después de Lucía, son películas que me parecen totalmente fascinantes. Es una sección de la que no sólo surgen cintas muy poderosas, sino cineastas emergentes con una visión muy particular y que destilan talento, por lo que era normal que existiese un gran interés. Pero los logros de Rams no sólo se quedan ahí, pues también se alzó con la Espiga de Oro en la pasada Seminci de Valladolid, además de ganar en diferentes festivales europeos. Su última parada son los Oscar, ya que ha sido seleccionada para representar a Islandia.

Gummi y Kiddi son dos hermanos que viven en un remoto valle islandés, aunque llevan años sin dirigirse la palabra. Ambos dedican su vida al cuidado de sus respectivos rebaños de carneros. Esa apaciguada vida parece verse trastocada cuando se detecta una enfermedad mortal y contagiosa en uno de los animales. Por miedo a la propagación de este virus, se decide sacrificar a todo el ganado de la zona. En estas circunstancias, estos dos hermanos tendrán que aprender a olvidar sus rencillas del pasado y aprender a colaborar si quieren encontrar una solución a esta complicada situación.

Rams es un drama intimista sobre la incomunicación, narrado de manera sobria pero de fuerte impacto emocional. El director Grímur Hákonarson utiliza con gran inteligencia al rebaño, pues le da un uso multifuncional. Para empezar, su presentación puede asemejarse algo a la desgarradora Wendy y Lucy, de Kelly Reichardt. Presenta a los personajes en una constante unión con los animales. De esta forma, la cinta nunca cae en el efectismo ni en la manipulación barata. Esos carneros no sólo representan su forma de vida (existe una competición local en la que gana el animal en que mejor estado esté), sino que adquieren un carácter alegórico para representar el perdón. También funcionan como barrera aislante en la propia comunicación, un sentimiento que se ve multiplicado por la fotografía.

Su capacidad para inducir al espectador en un continuo estado de incertidumbre y de temor, gracias a un uso superlativo del fuera de campo, resulta fastuosa. Esa sensación constante se termina agravando en su apoteósico final, que da cierre con una imagen indescriptible. También es cierto que existe una leve falta de información, pues nunca llega a quedar claro el verdadero origen del conflicto de los hermanos, aunque se pueda intuir en uno de los diálogos. Esto no lo menciono como un defecto, ni mucho menos, pues no llega a resultar esencial para el relato.

Rams supone una de las mayores sorpresas del año. No descartaría que este joven y desconocido director islandés, si continúa su carrera cinematográfica con constancia, pueda llegar a convertirse en una de las figuras claves en el cine europeo de los años venideros.

El clan - Todo por la familia

miércoles, noviembre 18, 2015 0 Comments A+ a-

Crítica escrita por Brian Garrido

Como le ocurría en Carancho, Pablo Trapero es algo negado a la hora de poner en contexto al espectador y presentar a sus personajes. La apertura de El Clan resulta caótica, algo dispersa y muy poco atractiva. No incita al espectador a adentrarse en este relato. Un gran acierto habría sido comenzar con una secuencia de un secuestro en un plano secuencia, que es un método al que suele recurrir con bastante frecuencia. Su decisión es abrir la película emulando a Scorsese. Sobra decir que el resultado es nefasto. Desaprovecha totalmente un material que resultaba interesantísimo y que tenía un gran potencial. Y es que es imposible tomarse con un mínimo de seriedad la película cuando ni el director lo hace. Se dedica a introducir una selección musical que desentona de mala manera. Más tarde, lo justifica convirtiéndola en música diegética. Esto convierte a la cinta en continuo baile de tonos, un mareo constante que me termina irritando. Spielberg mencionó en una ocasión que la gente se ha olvidado de contar historias, que ya no tienen nudo y desenlace, sino un principio que nunca termina de empezar. Creo que es una gran forma de definir la obra de Trapero.


No existe un contraste entre la fachada con la que la familia se presenta al mundo exterior y el verdadero horror que albergan en el interior de su hogar. Ambos mundos parecen convivir bajo un mismo filtro. Esto limita en gran medida las posibilidades de la película. Tampoco existe una introspección desde el núcleo de la familia. El gran problema que genera esto es que, a la hora de mostrar el destino de uno de los personajes, resulta banal e irracional. También molesta que Trapero peque en exceso de efectista. No termino de comprender sus intenciones, porque la película no aporta absolutamente nada. No es un buen thriller, pues carece del elemento crucial para que las películas de este género funcionen: la atmósfera. Tampoco sirve como documento histórico para acercar esta macabra historia, porque no se saca nada en claro. Quizá por eso usa esa fachada tan virtuosa en la que intenta emular continuamente a Cuarón, para intentar esconder que su producto es insustancial y está totalmente hueco.

Por suerte, sí existe algo podamos destacar: la transformación camaleónica de Guillermo Francella. Un trabajo sobrio y contenido que termina eclipsando al resto de reparto, que está poco inspirado. También hay que tener en cuenta que se desaprovechan la gran mayoría de los personajes que aparecen. Mientras que en la verdadera historia de los Puccio, todos parecían tener un peso en la trama, aquí no aportan absolutamente nada. Esto podría conseguir una ambigüedad deliciosa, pues algunos de los miembros de la familia eran menores, no entendían la gravedad de la situación. Alternar los diferentes puntos de vista generaría un gran interés.


Tras ver El Clan y Desde Allá (León de Plata y de Oro, respectivamente, en la pasada edición del festival de Venecia) me asalta una duda: ambas son películas pésimas, pero las dos se alzaron con los premios más importantes de dicho festival. En aquella sección oficial, hubo títulos extraordinarios, como Beasts of No Nation o Heart of a Dog. El presidente del jurado era Alfonso Cuarón y, casualmente, las dos ganadoras son de nacionalidad sudamericana. No sería descabellado pensar que el director mexicano las premió por su país de procedencia. En vez de indignarme por esto, recuerdo cuando en ese mismo festival en 2010, Tarantino decidió otorgar dos Leones de Plata a Álex de la Iglesia por la insultante y repulsiva Balada triste de trompeta, cuando estaban Aronofsky y Reichardt en competición. La razón aquella vez fue más indignante: ambos directores son amigos. Por tanto, no resulta tan sangrante lo de Cuarón.

Una decisión peligrosa (Good People) - Buena gente, mala película

miércoles, noviembre 18, 2015 0 Comments A+ a-

Una decisión peligrosa, como la que tomó Ruben Henrik Ganz al aceptar dirigir la adaptación de la novela de Marcus Sakey. En esta ocasión no sabría decir si da más pena el título original, Good People, o su “traducción” al español. Es una pena que el autor danés, cuyo éxito internacional llegó de la mano de la interesante Terriblemente feliz, vaya a darse a conocer al público menos cinéfilo a través de un thriller de tan pésima ejecución. Él mismo tiene parte de culpa de que sea así, por supuesto, pero este proyecto estaba abocado al fracaso desde su lamentable escritura.

La premisa de la que parte Una decisión peligrosa no sólo peca de excesivamente manoseada, sino que además conlleva un escaso índice de acierto. Una joven pareja contrae una deuda enorme al reformar la casa familiar que tiene en Londres. Un día, su casero muere de forma fulminante y encuentran junto a él nada más y nada menos que 20.000 libras. La pareja decide quedarse con el dinero, lo que traerá consigo una espiral de violencia con investigaciones criminales de por medio.


La primera toma de contacto de Henrik Ganz con el thriller comercial no podría haber sido más desastrosa. Una decisión peligrosa tiene un guion bochornoso, que nunca profundiza en el desarrollo de los personajes y registra un sinfín de diálogos que rayan el ridículo. En estos casos, la solución -o lo más parecido a una- se encuentra en camuflar todos los defectos puramente narrativos mediante un artificial pero efectivo virtuosismo técnico; sin embargo, la dirección del danés es tan plana, tan de telefilme, que ni siquiera logra crear un acabado visual atractivo ni sacar provecho de un reparto bastante prometedor. Si James Franco y Kate Hudson nunca habían estado tan mal, lo de Tom Wilkinson es digno de estudio. Todos los personajes parecen asustados, quizá porque sus intérpretes eran conscientes del despropósito que estaban contribuyendo a crear. Así, ni siquiera podemos evitar reírnos con las apariciones de un villano -Omar Sy- que nunca consigue intimidar pero sí dar pena.


Con todo, la película se sigue con cierto interés. Puede que esto no sea más que por la mera curiosidad de cuál será el próximo cliché en aparecer o el próximo diálogo con el que nos reiremos. La etiqueta de entretenimiento sin pretensiones, que ya de por sí tiene poca validez, le queda demasiado grande a un trabajo que no parece tener una sola. Una decisión peligrosa es lo mismo de siempre, pero peor escrito, filmado e interpretado que nunca. Al menos espero que le sirva como lección a un Ruben Henrik Ganz que ha demostrado tener cierto talento, aunque no para malgastarlo en productos inanes. Un desastre insostenible; de esas películas que, sin resultar insoportables, permanecen sumidas en un error interminable.

La promesa - Ni rastro de pasión

sábado, noviembre 07, 2015 0 Comments A+ a-

Si a principios de verano llegó a nuestras salas No molestar, cuyo estreno en Francia fue el año pasado, esta semana se estrena otra película de Patrice Leconte, La promesa, estrenada en tierras francesas en el año 2013 tras su paso inadvertido por el Festival de Venecia. La promesa surge con la intención de realizar una adaptación de Viaje al pasado, la novela de Stefan Zweig. La historia nos sitúa en la Alemania de 1912, donde un joven licenciado de origen humilde se convierte en secretario y persona de confianza de un rico empresario del acero. Poco a poco será solicitado para asistir frecuentemente a su domicilio, donde surgirá una relación pasional con la joven mujer de éste.


La promesa tiene un sinfín de problemas, todos ellos motivados por una dirección carente de personalidad y por la inexistente química entre las dos piezas claves de este triángulo amoroso. La frialdad, capaz de congelar todo el relato, ocasiona que los sentimientos que (se supone) guardan los personajes en su interior nunca impregnen las imágenes de pasión. Además, la película está estructura de una manera errónea -desconozco si la novela era igual-, pues todo lo verdaderamente interesante del filme tiene lugar en la media hora final. Quiero pensar que esto no es así, que simplemente lo percibo de esta manera porque la primera hora es demasiado torpe y atropellada. En ella, supuestamente, deberían nacer unos sentimientos y emociones que hagan creernos la relación entre unos personajes demasiado planos.

Las actuaciones, sin embargo, no son del todo malas, aunque están lastradas por unos personajes muy pobres. Rebecca Hall y Alan Rickman cumplen sin alardes, mientras que Richard Madden está simplemente ridículo. Sería injusto crucificarle por este papel, pues la mayor parte de la culpa no creo que sea suya. El principal problema viene originado por la escritura de unos personajes sin arista alguna.


Con sus evidentes problemas narrativos, La promesa podría haber sido otra cinta técnicamente imponente, con un diseño de producción y un vestuario deslumbrantes. Pero ni siquiera cumple en ese sentido, pasando sus evidentes méritos desapercibidos por culpa de una dirección tan impersonal como desconcertante. La imagen nunca respira, los planos no tienen vida y cada escena parece filmada con más pereza que la anterior; sin embargo, Laconte se empeña en hacer uso de zooms y movimientos de cámara totalmente gratuitos, transmitiendo una sensación de incomodidad que no se despega de nosotros en ningún momento.

La promesa es una película decepcionante, que desaprovecha por completo una historia que recordaba a los grandes clásicos del género dramático. Sin ser totalmente desechable ni molesta, la última (para nosotros) obra de Patrice Leconte se estrella en una inequívoca muestra de torpeza y falta de intensidad. Ni rastro de pasión en unos personajes, imágenes y situaciones que tardaré muy poco en olvidar.

Novatos - ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

sábado, noviembre 07, 2015 0 Comments A+ a-

Pablo Aragües, director de Novatos, ha manifestado que la película está basada en su propia experiencia cuando fue a estudiar periodismo a Madrid, siendo en su 99% un film autobiográfico. Lo primero que tengo que decir es que no me creo absolutamente nada de lo que veo en pantalla. Y esto quizá no sea un problema de verosimilitud, que en mi opinión también lo es, sino del nefasto trabajo de dirección que lleva a cabo el director maño. Cada personaje, situación o diálogo es menos creíble que el anterior, dejando en entredicho la supuesta intención de realizar una película veraz sobre las novatadas. Y el verdadero problema es ese, que por mucho esfuerzo que hagamos por no reírnos con lo que acontece en pantalla, cada una de las decisiones de dirección se ocupa de sacarnos de la narración.


También es destacable que, en esa búsqueda de realismo, los tres personajes principales sean caras bonitas y nada más; todas las interpretaciones son de muy bajo nivel, por no hablar de lo desdibujados que están todos los secundarios y lo planos que son los propios protagonistas. Una vez más, la credibilidad se convierte en una quimera cuando vemos la reacción de los padres ante los problemas que les cuenta Álex, el protagonista, cuando los llama. Es evidente que las figuras paternas tienen cabida única y exclusivamente como excusa para los cameos de Emma Suárez, Marta Larralde y Jorge Usón.

Aunque ya os imaginaréis por dónde van los tiros, en Novatos, la segunda película de Pablo Aragües, Álex es un joven que viaja desde Zaragoza a Madrid para estudiar periodismo en la Universidad Complutense. Cuando llega al colegio mayor, empieza a sufrir las vejaciones en forma de novatadas de algunos internos de cursos superiores. Un colegio mayor en el que, por otra parte, sólo parece haber 7 u 8 internos, repartidos entre los que sufren las novatadas y los que las llevan a cabo. Realismo a raudales es lo que tenemos en este producto cinematográfico capaz de sonrojarnos en innumerables ocasiones.


Desgraciadamente, Novatos es una cinta en la que nada ni nadie consigue salvarse. Sus momentos ridículos se reparten meticulosamente a lo largo del metraje, destacando una planificación sin pies ni cabeza, que nos permite diferenciar incontables tipos de plano -algunos inexplicables- en cuestión de segundos. También son como poco vergonzosas las reacciones de nuestro protagonista cuando la chica que le gusta, víctima también de novatadas en el colegio femenino, le responde a los mensajes de whatsapp. Vaya, el chaval lo celebra como si acabara de ganar un Óscar. Sin embargo, todo se queda corto cuando llegamos a las dos escenas finales, probablemente las más sonrojantes que he visto este año en una sala de cine.


Echo en falta un tratamiento mucho más profundo de aquellos que sufren bullying; si el desarrollo del protagonista es inexistente, actuando siempre de manera incomprensible, el resto de víctimas son meras marionetas. Un tema tan serio no merece una película como ésta, cuyo tratamiento del componente psicológico que impide a los novatos enfrentarse a tan delicada situación es irrisorio. Novatos se supone que es una película seria, pero acaba convirtiéndose en una comedia involuntaria. Por suerte es muy entretenida, lo que es de agradecer cuando estamos ante un producto tan mediocre.

Las aventuras de Moriana - Analogía

domingo, noviembre 01, 2015 0 Comments A+ a-

Es inexplicable la cantidad de producciones nacionales mediocres que han llegado a las salas de cine este 2015. La explicación, sin embargo, parece ser mucho más sencilla de lo que pudiésemos imaginar, al menos en el caso de Las aventuras de Moriana. Cuando la protagonista decide dirigir una película tras probar suerte con un restaurante, su estreno tiene lugar gracias a que consigue que Terele Pávez aparezca en ella como principal reclamo. Esto es lo mismo que ocurre con la verdadera ficción, cuyo estreno en salas parece deberse únicamente a contar en su reparto con Terele Pávez y Enrique Villén.

Magdalena es una mujer de mediana edad con tres hijos. Su vida se ve trastocada por completo cuando es desahuciada de su hogar. A pesar de encontrarse en tal situación, les lanza un mensaje positivo: siempre mirar hacia delante en los malos momentos. Decide montar un restaurante con la ayuda de sus suegros, madre y hermanos. Cuando esa empresa no funciona, tiene una idea aún más alocada: realizar una película.


Las aventuras de Moriana propone, de manera más que interesante, una crítica social ante la precariedad que sufren muchas familias en la actualidad de nuestro país. Sin embargo, tal radiografía naufraga por culpa de un humor sencillo, torpe y nada efectivo. No hay mejor forma de confirmar su nulidad como comedia que haber asistido a un pase de prensa en el que las risas brillaron por su ausencia. Los personajes, las situaciones y los diálogos, a pesar de carecer de originalidad, podrían haber dado pie a provocar las risas de la platea. Pero el problema de Las aventuras de Moriana es que contagia al espectador de una apatía harto peligrosa, demostrando ser una película sin alma que desaprovecha prácticamente todas las situaciones cómicas que se prestan. La interpretación de Magdalena S. Blesa, a pesar de desprender en todo momento autenticidad, contribuye también a transmitir esa molesta sensación apática.


Las intenciones de la película, sin embargo, son muy buenas y la idea ofrecía la posibilidad de realizar una interesante una comedia costumbrista sin perder de vista la realidad social. Cuando la cinta parece adquirir una mayor carga dramática, y su discurso adquiere más fuerza y protagonismo, un servidor ya se encuentra quemado por el sinfín de gags sin gracia que se suceden en el desarrollo de la historia. Así, la película se asemeja demasiado a la que tiene lugar dentro de ésta, estableciéndose una peligrosa analogía entre ambas: películas sin apenas presupuesto, pero que tampoco ofrecen ninguna muestra, por pequeña que sea, de talento tras las cámaras -y sólo un poco delante de éstas