Calvary. Abusos, cinismo y redención

jueves, febrero 26, 2015 0 Comments A+ a-

La secuencia inicial de Calvary nos muestra cómo un hombre le confiesa al padre James Lavelle (Brendan Gleeson) haber sufrido abusos sexuales desde los 7 a los 12 años, a manos de un sacerdote. Este mismo hombre confiesa que necesita asesinar a algún miembro eclesiástico como venganza, y para ver si así consigue recomponer su resquebrajada identidad; afirma la necesidad de asesinar a algún párroco, pero no necesariamente a alguno culpable de esos actos, sino a uno bueno. El hombre desconocido para nosotros pero no para el padre, le confiesa a éste su intención de matarle el próximo domingo. Así pues, en Calvary asistimos a la vida de James durante esos días que le quedan (?), y su preparación para el final.


La forma en la que John Michael McDonagh mezcla drama y comedia, creando un equilibrio total entre ambos géneros, es digna de elogio. El cine de John se asemeja al de su reputado hermano Martin en cómo logran esa dicotomía entre comedia y drama, aunque encuentro dos diferencias vitales entre ellos: Martin opta por superponer la comedia ante el drama, mientras John hace lo contrario; el primero dota a sus trabajos de un ritmo elevado y de un dinamismo palpable, mientras que el segundo opta por realizar sus obras con lentitud, dosificando las dosis de humor y ralentizando el transcurso de la historia. Para un servidor es mucho más interesante y plausible la forma llevada a cabo por el director de El irlandés. La trama se desarrolla en un pequeño pueblo costero en Irlanda, que deja en bandeja al director de fotografía, Larry Smith, lucirse mostrando unos excelsos y bellos paisajes. Una fotografía que, al igual que el alma de nuestro protagonista, se irá apagando, adoptando unos tonos más fríos conforme se acerca el momento culmen: de su vida y de la película. A la belleza de estos paisajes le acompaña la primorosa banda sonora de Patrick Cassidy, creador de unos de los temas principales de El árbol de la vida.

Calvary supone un golpe sobre la mesa del director londinense, que se consolida como un autor muy a tener en cuenta. La película se sustenta sobre dos pilares fundamentales: un sólido guión, escrito por el propio McDonagh, el cual va incrementando el componente dramático conforme se acerca el desenlace, en detrimento del humor negro inicial -sin desaparecer por completo-; y un descomunal Brendan Gleeson, que consigue meternos en la piel de ese cura repleto de dudas. El resto del reparto le secunda de maravilla, destacando a Kelly Reilly en el papel de su hija Fiona. 


McDonagh realiza un certero retrato de una comunidad rural irlandesa, aunque extrapolable a cualquier otro lugar y momento, y de la imagen decadente de la iglesia en la actualidad. La imagen que arrastra a un buen hombre a su calvario personal, sacudido y condenado por los actos de sus congéneres. El retrato (o crítica) se nos presenta a través de continuas secuencias del padre ejerciendo las labores de siempre: ayudar a los vecinos del pueblo como el buen párroco que es. En las diversas conversaciones con éstos saldrán temas como la avaricia, la fe, el miedo y la pérdida de identidad; a través de la interacción entre los vecinos y James, apreciaremos la hipocresía reinante en la sociedad actual: los mismos que cargan contra el padre por sus propias dudas, son aquellos que todos los domingos se le confiesan en misa. Se le podría achacar al film el ser algo disperso, pero quizá era la única manera de definir con claridad el panorama que rodea al sacerdote.

Habrá que seguir con interés la carrera de John Michael McDonagh, al que considero uno de los autores más interesantes de la actualidad. Calvary es una bomba de relojería que tardará una semana en estallar, y en la que asistimos a un retrato de la hipocresía actual nada condescendiente. Una obra que se desarrolla en círculos sobre el eje indiscutible de ésta: Brendan Gleeson. Un hombre que tendrá que cargar con sus pecados (y con los del resto) en busca de la salvación de su alma y del mundo que le rodea.

Samba. Banalidad y amenidad

lunes, febrero 23, 2015 0 Comments A+ a-

En el año 2012 apareció un fenómeno llamado Intocable, la cual consiguió convertirse en la película de habla no inglesa con mayor recaudación de la historia, superando los 400 millones de dólares de recaudación a nivel mundial. Como bien sabemos todos, el éxito no siempre va ligado a la calidad; pero en este caso, consiguió un enorme reconocimiento por parte del público y de la crítica. Esto no quita que al que escribe no le pareciese la gran película que tantos vieron. Intocable fue una propuesta interesante, que es (y será) recordada más por el tema que trata (y cómo lo hace) que por sus virtudes cinematográficas.


Olivier Nakache y Eric Toledano nos traen Samba, su quinto largometraje. Con el éxito de Intocable bastante reciente, el dúo de realizadores franceses decide repetir con el actor protagonista (Omar Sy), e incluso llevar a la pantalla una historia que, de alguna manera, guarda cierta relación con la de Intocable. Samba es la historia de un inmigrante sin papeles –que da nombre a la película- que lleva 10 años en Francia, trabajando en diversos empleos de forma esporádica. Alice (Charlotte Gainsbourg)  es una trabajadora social que está pasando por una mala época a nivel personal. La necesidad de Samba de normalizar su situación, hará que sus caminos se crucen; el camino de dos personas que desean lograr la felicidad.

El principal hándicap de Samba es que sus directores repiten la fórmula llevada a cabo en Intocable, por lo que al perderse el factor sorpresa, supone una gran limitación para la propia película. Lo curioso del asunto es que ese hándicap es también su mayor virtud: la capacidad de los directores de poner la historia por encima del resto de aspectos, y de aportarle un interés y un dinamismo al metraje que, cuanto menos, ayuda a que no te aburras. Porque Nakache y Toledano no andan sobrados de talento pero sí de inteligencia; poseen una capacidad tremenda para, de una forma u otra, ocultar sus limitaciones. La historia de Samba no es para nada interesante, pues el componente dramático aparece en contadas ocasiones, y cuando aparece lo único que consigue es menoscabar el conjunto. La gracia e interés de Samba, reside en una trama “romántica” bastante tonta con cero química entre sus integrantes (Charlotte Gainsbourg aún tiene muy presente su rol en Nymphomaniac), pero que termina por engancharme e incluso agradarme, a través de momentos cómicos muy vistosos y efectivos.


Si me dijesen que Samba es una secuela de Intocable, me lo podría creer sin ningún problema. La estructura de ambas es la misma: películas bienintencionadas en las que destaca el componente cómico, con el drama social como telón de fondo. Como ya he mencionado la película pierde fuerza e interés cuando se adentra en el drama; un drama que es totalmente innecesario si tienes pensado resolver la película con un happy ending forzadísimo e inverosímil. Como ya pasara en Intocable, los franceses se apoyan en la banda sonora de Ludovico Einaudi, que se encarga de llevar en volandas a un film que consigue levantarse por méritos propios. El trabajo de los protagonistas es más que correcto, especialmente el de Omar Sy, que pese a no existir química entre ambos, el esfuerzo y resultado individual de las interpretaciones es bastante plausible.

En definitiva, Samba supone una película más que agradable de ver, que sin duda encontrará una buena acogida entre el público medio. La sombra de Intocable es alargada, y será imposible evitar caer en comparaciones, pero ya digo que no está tan por debajo del nivel de su predecesora. Supone la muestra de una pareja de directores que, pese a no destacar en el aspecto cinematográfico, consiguen llegar con tremenda facilidad al público, a través de historias banales y que tienen como mayor objetivo el que pases un buen rato y salgas con una sonrisa de la sala.

Kingsman. El trabajo bien hecho

jueves, febrero 19, 2015 1 Comments A+ a-

Vivimos un momento en el que las películas de superhéroes, blockbusters y adaptaciones de cómics -y literarias en general- inundan nuestras salas. Para mí, como amante del cine, ésto no me supone ninguna alegría, pues lo que más valoro es la variedad y la creatividad, aunque la reiteración de películas de la temática ya mencionada, no quita que haya otro sector de cineastas que sí llevan a cabo ideas creativas y de las que rezume personalidad. A este desencanto por la repetitividad, hay que sumarle que no es el tipo de cine que más me gusta. Pero cuando algo se hace bien soy el primero en reconocerlo; y el cine de Matthew Vaughn en general, y Kingsman en particular, suponen el mejor ejemplo de trabajo bien hecho.


La adaptación del cómic de Mark Millar y Dave Gibbons nos presenta la historia de un veterano agente secreto inglés (Colin Firth), perteneciente a la organización que da nombre a la película. Tras morir en una misión un miembro de la organización, cada agente deberá elegir un miembro que se someta a unas pruebas realmente complejas y peligrosas. Harry (Colin Firth) elegirá como candidato a Eggsy (Taron Egerton), un joven al que cree deber algo, pues se siente culpable de la muerte de su padre -superando la prueba final para ser miembro de la agencia- en una misión años atrás.

El primer tercio del metraje no me terminaba de convencer, acercándose más a una película juvenil que a otra cosa, en el tono de Kick-Ass; pero es a partir del inicio de las pruebas donde la película adquiere un tono más serio, sin desprenderse del humor en ningún momento, terminando por engancharme e incluso fascinarme. El director de la mejor película de la saga X-Men, demuestra una vez más su mano tras las cámaras, dejándonos unas secuencias de acción tan espectaculares como inverosímiles -en el buen sentido-. Kingsman supone un disfrute impagable, un entretenimiento de lo más creativo y atrayente. La nueva película de Vaughn presenta el humor ácido típico de los ingleses, un humor que abarca todos los campos: desde el humor más inteligente y sofisticado hasta el más vulgar; pero sin perder un ápice de efectividad y lucidez en todas sus vertientes.


Kingsman es un homenaje a los clásicos del cine de acción, en especial al cine de Bond, al cual se permite homenajear constantemente, explícita e implícitamente. El propio villano de la película (Samuel L. Jackson) suelta en una escena: "El cine de espías actual es demasiado serio". La banda sonora es fantástica y, junto a un montaje frenético y que le viene como anillo al dedo a la pelicula, dotan al film de un ritmo que no deja ningún respiro al espectador. Kingsman es genial a nivel técnico, una verdadera delicia. El principal eje del reparto y de la película en sí, es un genial y poderoso Colin Firth, con una gracia y una presencia abrumadora, como viene siendo habitual; pero la principal sorpresa la encontramos en el debutante Taron Egerton, de carisma indudable y al que auguro un gran futuro, pues mantener el tipo frente a Firth no es tarea sencilla. El plantel de secundarios está repleto de caras conocidas como Samuel L. Jackson y Mark Strong, que sin sorprender, nos dejan unas interpretaciones más que correctas.

En definitiva, nos encontramos ante la película más divertida en lo que va de año; y uno de los productos de este tipo más inteligentes e interesantes de los últimos tiempos. Matthew Vaughn no se arruga y mezcla momentos de humor puro con una violencia desinhibida de la que he leído quejas, pero con la que me lo he pasado como un niño -la secuencia de la iglesia es descomunal-. Pese a contar con un par de giros efectistas en el último tramo, Kingsman no pierde fuerza y se convierte en una notable comedia de acción, convirtiéndose así en la mejor película de la prometedora carrera del director londinense.

Red Army. La caída de un imperio

jueves, febrero 12, 2015 0 Comments A+ a-

El deporte, por desgracia, siempre ha estado influido, en mayor o menor medida, por factores externos. El factor principal y que más influencia ha tenido sobre el deporte, así como sobre cualquier tipo de actividad, es la política. Gabe Polsky nos traslada, mediante un documental, a las pistas de hockey sobre hielo en los años de mayor apogeo de la URSS, y asistiremos a éste y a su posterior caída, mediante diversos cambios sociales, culturales y políticos.


En los años 80, el equipo soviético de hockey sobre hielo se hizo famoso mundialmente con el nombre de Ejército Rojo. El Red Army fue el mejor equipo que jamás haya pisado una pista, su fortaleza principal residía en un juego colectivo brillante, una compenetración fabulosa entre esos cincos compañeros y, principalmente, amigos. Otra parte fundamental en su éxito era el entrenamiento que llevaban, recluidos durante todo el año, como si de prisioneros se tratase, pero ellos eran felices y ese control por parte de las altas esferas aún no tenía la relevancia que más tarde alcanzaría. El Dream Team soviético era el equivalente a lo que fue el Barça de Guardiola, sólo que su hegemonía se prolongó a lo largo de en torno a una década, una hegemonía incontestable, pues nadie era capaz de batirles. El equipo de EEUU, su mayor rival -junto a Canadá-, era la antítesis de los soviéticos y, por ende, comparable al Madrid de Mourinho; el Ejército Rojo llevaba a cabo un juego bonito, limpio y colectivo, mientras que los estadounidenses desarrollaban un juego muy tosco, nada vistoso y buscando siempre el contacto físico. Los Russian Five parecían bailarines sobre la pista, como si danzasen al son de una sinfonía de Tchaikovsky.

La KGB entró de lleno en el banquillo del equipo, endureciendo aún más el control y los entrenamientos. Pese a ser el Red Army el mejor equipo, la liga más prestigiosa y la que tenía dinero para fichar era la NHL. Muchos jugadores quisieron partir hacia Norteamérica para jugar allí, pero el gobierno ruso no lo permitía; los que querían marcharse tenían que escaparse y convertirse en enemigos políticos del pueblo ruso. En esta tesitura, aparece la figura de Slava Fetisov, el alma y capitán del Ejército Rojo, y figura clave en una etapa sociopolítica del pueblo soviético. Tras ser rechazado su deseo de jugar en la NHL, se negó a jugar más para el equipo, pasando así de ser un héroe nacional a un enemigo político. Fetisov es además el encargado de darnos su punto de vista de manera certera, pues es el principal entrevistado del documental. La unidad del pueblo ruso fue cayendo a la vez que se fragmentaba el propio equipo, acabando en la Rusia que ya todos conocemos.


Polsky mezcla de manera certera diversas fuentes documentales, desde entrevistas a varios de los implicados de una u otra manera, hasta vídeos e imágenes de los partidos. Mediante estos vídeos nos enamoraremos de un deporte que para muchos -yo incluido- es totalmente desconocido; el equipo soviético jugaba como los ángeles, es una gozada poder disfrutar de tales maestros. El director no necesita posicionarse, ni lo hace, las propias imágenes y sucesos hablan por sí mismos. Así mismo, asistimos a un cambio drástico en el pensamiento del propio Fetisov con el paso del tiempo, un Fetisov que hoy día trabaja en el gobierno de Putin, como Ministro de Deporte.

La mayor virtud del documental, que ya de por sí trata un material tan espinoso, es dotarle de un ritmo trepidante, un suspense y una fuerza propios de los mejores thrillers y un humor ácido patente en sus 76 minutos de metraje. Al acabar el visionado quedan muchas preguntas en el aire, preguntas de las que por lo crudo de las consecuencias acontecidas, probablemente nunca hallaremos respuesta. 

Alma Salvaje. El Vallée más irregular.

miércoles, febrero 11, 2015 0 Comments A+ a-

Tras conseguir doblete el pasado año en la gala de los Oscar con sus intérpretes masculinos,  se le presenta la oportunidad a Jean-Marc Vallée de repetir la hazaña, esta vez con sus intérpretes femeninas. El año pasado con Dallas Buyers Club, éste con Alma Salvaje, de la que hablaré a continuación. Este contexto era bastante imprevisible (Laura Dern no entraba en las quinielas), de hecho me hace pensar que va a suceder lo mismo con los actores de las pelis de Vallée, que lo que ocurre con las películas de David O. Russell.

Alma Salvaje es una aventura, un viaje de redención en el que Cheryl Strayed (Reese Witherspoon) tratará de recorrer mil millas a través del desierto de Mojave, en un intento de reencontrarse con la Cheryl que su madre crió (Laura Dern). A raíz de un suceso clave en su vida se desvió del “camino correcto”, convirtiéndose en una adicta tanto del sexo, como de la droga.
Antes de sumergirme en la película, tenía la idea de que iba a ver la típica cinta de aventuras (ni siquiera había leído la sinopsis), pero el viaje realmente es una excusa para reconstruir el pasado de Cheryl  mediante flashbacks. De hecho lo que es el viaje en sí no llega a crear el interés necesario, puesto que la película se mantiene gracias a los flashbacks –los cuales empiezan a cobrar sentido y tener importancia conforme avanza el metraje-. Éstos se encargan de dividir el film en tres líneas narrativas: el viaje, que tiene continuidad temporal; la relación con su madre, alternando imágenes que abarcan toda su relación; y la relación con su ex marido, haciendo especial hincapié en el momento de su separación.



Jean-Marc Vallée crea sensaciones ambivalentes en mí: consigue interesarme y que sus películas me atrapen; pero también me da la sensación de que su dirección deja mucho que desear, siendo bastante frenética –y poco cinematográfica- que para nada beneficia al cómputo global de Alma Salvaje. La fotografía de Yves Bélanger es fantástica, pero apenas podemos disfrutar de ella, pues la cámara no aguanta más de cinco segundos quieta; siendo realmente una pena, porque los paisajes por los que transita Cheryl en su viaje son muy bonitos.

El guionista Nick Hornby se encarga de adaptar la autobiografía de Cheryl Strayed, por lo que no dependían de él los sucesos y encuentros que tiene la protagonista, aunque haber obviado alguno de ellos –aportan poco o nada- no hubiese estado de más. Parece que en las películas del canadiense tiene que haber “acción” casi de manera obligatoria; así que el haberle dado más importancia a su viaje en solitario (como se intuía tras la primera escena), en mi opinión, hubiese sido un gran acierto.
En el plano actoral hay que destacar la buena interpretación de Reese Witherspoon,  que impregna de total credibilidad a su personaje. Por poner un pero, no hubiese estado de más una mayor intensidad al grabar las escenas por el desierto. Con todo esto, su nominación al Oscar me parece desmesurada; la nominación de Laura Dern ya es otro cantar, la cual ni siquiera me parece que pase de correcta, en un papel de la típica madre “joven”: estudiante y amiga de sus hijos.



Que no os engañen tantos “defectos” o puntos negativos, porque la película me ha dejado con buen sabor de boca. Vallée tiene la virtud de mantenerme entretenido y llenarme de interés, aunque sus trabajos acaben siendo curiosos cuando podrían ser notables.
Crítica escrita para lgecine.org

Brasserie Romantic. Cúmulo de tópicos en Bélgica.

martes, febrero 10, 2015 0 Comments A+ a-

Se avecina una noche ajetreada en la Brasserie, un elegante restaurante dirigido por Angelo y Pascaline. Es la noche de San Valentín y todas las mesas están reservadas -algo nada difícil, teniendo en cuenta la capacidad del restaurante-. Lo normal en este caso sería imaginar que irán muchas parejas de enamorados, pero nada más lejos de la realidad, pues las parejas que acuden parecen cualquier cosa excepto enamorados. Además de parejas nos encontraremos con un individuo que liga por internet, el cual se autodefine como el tío más aburrido de Europa; una chica a la que su esposo dejó por su mejor amiga; y el antiguo amor de Pascaline, que tras 20 años sin saber de él, aparece para pedirle a ésta que se vaya con él a Buenos Aires.


La película se divide en diferentes partes, que coinciden con los platos del menú especial de San Valentín. Tras el planteamiento, queda bastante claro que nos vamos a encontrar ante un refrito de tópicos; por lo que desde un principio, se crea la incertidumbre de si la película será capaz de sobreponerse a éstos, o por contra, convertirse en otra olvidable comedia. Por desgracia, acaba acercándose más a lo segundo.

A pesar de presentarse como una comedia fina, a modo de paralelismo con el restaurante en el que se desarrolla, su primera mitad recurre a un humor tosco, vulgar y chabacano. El uso reiterado de gags es bastante pesado, siendo realmente complicado soltar una mínima sonrisa; el uso de éstos es abusivo, pero llega un momento en el que, por pura estadística, la gracia tenía que llegar en mayor o menor medida. La parte negativa es que, cuando por fin logras echar un par de carcajadas, Joël Vanhoebrouck decide dar paso al drama, originando un híbrido entre drama y comedia nada provechoso. Aunque tengo que destacar que la laboral actoral mejora en este último tramo más dramático, dándome la impresión de que los actores en su mayoría se defienden mejor en el drama que en la comedia.


Brasserie Romantic no permanecerá mucho tiempo en mi memoria; no aporta nada nuevo ni en su forma ni en su contenido, y ni siquiera logra su cometido principal: hacer reír. Aunque no debemos olvidar de que vivimos en un país en el que la película nacional más taquillera de la historia es Ocho apellidos vascos, así que no dudo que Brasserie Romantic pueda tener su público, un público que la valore y disfrute más que yo.

Foxcatcher. Necesidad y ambición

miércoles, febrero 04, 2015 0 Comments A+ a-

En la escena inicial de Foxcatcher, vemos a un joven ganador olímpico de lucha libre, Mark Schultz (Channing Tatum), el cual da una charla a niños nada receptivos, por la que recibe unos míseros 20 dólares. La idea de que podría ser una película sobre el deporte se desvanece según arranca la cinta; Foxcatcher es una película de personajes, personajes que por diferentes motivos no han encontrado su identidad, tanto a nivel profesional como personal. Mark Schultz ha visto cómo sus triunfos pasaban desapercibidos por la figura de su hermano y entrenador, Dave Schultz (Mark Ruffalo), el cual también fue campeón olímpico en 1884. John Du Pont (Steve Carell) es un ser peculiar, carente de autoestima, que no ha podido conseguir nada por sí mismo, culpa de una madre que desde pequeño le anuló como persona -pagaba al padre de su único amigo-.


Bennet Miller, ganador del premio al mejor director en Cannes, se encarga de trasladar esta turbia historia a la pantalla. La dirección es magistral, especialmente en su primera hora; Miller impregna a la película de una atmósfera malsana que te atrapa de inmediato. Foxcatcher es una película más de silencios y miradas que de palabras; las palabras no acompañan al relato como debieran, pues el guión no está a la altura de la película y de sus personajes e intérpretes. La presentación de los personajes y de sus conflictos internos es magnífica: Du Pont quiere -y necesita- llevar al equipo americano de lucha libre para ganar en Seúl 1988, y así conseguir algún logro para sí mismo y para su país; Mark Schultz ganar algo por sí mismo, pues quiere un nombre más allá de "el hermano menor de Dave Schultz". Cuando Du Pont contacta con Mark para que éste se encargue de liderar al equipo americano, no duda un momento en aceptar. Además de las necesidades de logros personales existentes en ambos, hay que tener en cuenta que tanto el uno como el otro, tienen grandes carencias afectivas, lo que derivará en una relación paternofilial de lo más enfermiza.

No todo en Foxcatcher es perfecto; el ritmo lento y pausado -el cual es totalmente necesario- derivará en algo totalmente diferente con la llegada de Dave Schultz a la granja Foxcatcher, llegada que no se explica, pues la idea de Dave de no unirse a su hermano parecía inquebrantable. El personaje de Mark Ruffalo (el cual está magnífico) no tiene el desarrollo necesario para su peso final en la historia, y su influencia en la relación de los otros dos protagonistas. Éstos, con prótesis de por medio, nos brindan las mejores interpretaciones de sus respectivas carreras. A partir de la llegada de Dave, la cinta pierde la estudiada mesura con la que se estaba desarrollando, empezando a precipitarse los acontecimientos. Personalmente, creo que se trata de un recorte de metraje, puesto que hay como un tramo en el que percibo que "faltan cosas" -entre otras, un desarrollo mayor de la relación entre Mark y Du Pont-. El hecho de ser una película bastante academicista, ha podido hacer mella en la cinta, la cual podría haber durado 3 horas perfectamente.


Foxcatcher no retoma en ningún momento el camino de su primera mitad, ahogándose a la par que lo hace el sueño americano en esta historia de perdedores. El relato es realmente perturbador, aunque le falta potencia en ocasiones. El inicio era esperanzador, pero tras terminar no pude sentir más que una pequeña decepción, la decepción de una película que no termina por rematar tras su planteamiento.

Timbuktu. Cuando lo necesario pasa a ser prescindible

lunes, febrero 02, 2015 0 Comments A+ a-

Es un tema de actualidad el de la opresión yihadista en muchos países del continente africano. Pese a escucharlo a diario en los medios de (des)información, tanto televisivos como escritos, no se hace el suficiente eco de la verdadera trascendencia y peligrosidad de este asunto. Hace algo más de dos años, en la ciudad maliense de Tombuctú -la cual da nombre a la película-, una pareja de jóvenes fue lapidada a manos de los islamistas. Vivían juntos sin haber contraído matrimonio, acción que, según los yihadistas, merece la muerte. Abderrahmane Sissako trata de trasladar a la pantalla éste y otros hechos acaecidos en Tombuctú, alrededor de 2012.

El tema del yihadismo es muy delicado, pero a la vez permite llevar a la gran pantalla un material tan interesante como necesario. El director mauritano plantea la película a través de múltiples historias simultáneas, logrando un desconcierto inicial que se acentúa conforme pasa el metraje, pues hay subtramas que quedan totalmente abandonadas. La trama principal es la historia de Kidane, un ganadero que vive junto a su mujer y su hija. Por mucho que ésta sea la trama principal, tras visionar el film te quedas con la sensación de que no llega a tener la profundidad necesaria como para ser la trama más importante, error del que también pecan el resto de subtramas.


Timbuktu carece de alma, elemento imprescindible en el cine en general, y en este tema tan espinoso en particular. Sissako se atreve a mostrar escenas de una dureza considerable, las cuales carecen de emoción, por lo que no acaban destacando en absoluto. Las buenas intenciones se ocultan tras un plano formal muy frío -que se sitúa siempre por encima del contenido-, el cual destaca únicamente en momentos puntuales. Más allá de un fantástico partido de fútbol sin balón y una secuencia en el río, no puedo rescatar nada de la cinta. Un guión que se abstiene de profundizar en la psicología de algunos personajes "importantes", y que añade ciertos toques de humor negro nada efectivos, se encarga de enturbiar más aún esta desalmada película. Ni la labor actoral ni la banda sonora mejoran el conjunto, pues el uso de la música es acertado en contadas ocasiones.

La nominada al Óscar acaba siendo tan necesaria como prescindible. Es necesaria como medio de difusión de la situación en ciertas partes del mundo, y como retrato del peligro que conlleva el someterse a los fanatismos religiosos, cuyos integrantes desconocen el porqué de sus acciones. Es prescindible como material cinematográfico, la muerte de una vaca no puede hacer florecer mayores sentimientos que una lapidación o que una paliza a latigazos.


Timbuktu es, con diferencia -y a falta de ver Tangerines-, la peor de las nominadas al Óscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa. Es una pena que la escasa información acerca de este tema nos llegue a través de un material de tan dudosa calidad, material que no logra ni siquiera servir como fiel retrato de las injusticias y crímenes en los lugares azotados por el yihadismo. El choque de culturas al que asistimos en el visionado de esta película es, en cierto modo, similar a mi "conflicto" con la misma. Timbuktu ha recibido un enorme reconocimiento internacional a lo largo del año, desde Cannes hasta las recientes nominaciones a los premios César, un reconocimiento que me descoloca sobremanera.